domingo, 7 de septiembre de 2008

Dedicado especialmente a los que escriben.


Da igual dónde, da igual la edad, da igual si publican o no. Para todos los que escriben....



Un día se me presentó en bandeja la posibilidad de participar en un certamen de narrativa corta. Cursaba COU. Pensé que aquella era “mi” oportunidad. Me empleé a fondo, todos los días, con ilusión y temor... hasta darle la forma definitiva a “mi” cuento. Insisto en el posesivo MI. Hay pocas cosas que nos pertenezcan tanto como las palabras que vamos desgranando hasta llegar a crear. Gané. Sí... ¡gané el concurso! . Disculpen el desahogo, pero aún ahora me emociona el recuerdo de aquel premio. Ese estímulo me ayudó a entender qué significaba para mí escribir. ¿Era un pasatiempo? ¿Empezaba a ser una necesidad?.



El meollo de lo que se denomina hecho literario radica en algo que cuesta explicar. ¿Por qué escriben los que escriben?. ¿Cómo se engendra, cómo nace ese momento en el que las palabras dejan de ser un instrumento cotidiano para convertirse en arte?. Ahí van unas cuantas respuestas. Paul Aster: “A menudo me pregunto por qué escribo. No es sólo para crear obras hermosas o relatos entretenidos. Es una actividad que parece que necesites para sobrevivir. Me siento muy mal cuando no lo hago. No es que escribir me provoque un gran placer, pero es mucho peor si no lo hago” .Humberto Guzmán: “Cuando no escribo sufro enormemente”. Y Marguerite Duras: “Escribir a pesar de todo, pese a la desesperación.... Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos –sólo lo sabemos después- antes. (...) Si se supiera algo de lo que se va a escribir antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No valdría la pena”.


Escribir es viaje, misterio, necesidad. Estamos acostumbrados al tópico de que se escribe por placer, que también es cierto. Pero estas citas nos aportan algo nuevo. La necesidad, a menudo, está muy por encima del placer. Cuando menos lo esperas... durante un paseo, al intentar conciliar el sueño... se presenta, como surgiendo de la nada, el germen de una idea; y te agarra la mano, te arrastra y te dice: “¡escríbelo!”. Es un imperativo; por eso hay sufrimiento. Empieza entonces el combate entre el autor, lo que necesita decir y cómo quiere decirlo. Álvaro Mutis lo expone así: “Cuando escritores, colegas míos cuya obra admiro, me dicen que sienten un placer infinito al escribir, no es que no los crea... es que me cuesta un trabajo horrible imaginar eso. Para mí escribir es una lucha con el idioma. El pintor tiene un lienzo en blanco y lo va llenando de colores. Pero el lienzo está en blanco, entregado a él totalmente, a lo que él haga. El músico tiene una gama de sonidos, una manera de aprovechar esos sonidos. En cambio, los escritores nos las tenemos que ver con las palabras, con las que hablamos con el peluquero, peleamos con el taxista, discutimos con el amigo; hacemos una vida diaria que gasta y desgasta las palabras. (...) Entonces estas palabras, cuando se unen a otras en una forma inesperada toman un brillo especial, saltan y se escapan de esa cosa usual, gris, cotidiana... Ahí está el sufrimiento: en buscar la otra palabra, la manera de usar algo que está gastado y usarlo como nuevo”.


Necesidad y sufrimiento. Sufrimiento y placer de escribir. Binomios con dos caras que parecen antagónicos. No lo son. Esa idea que lleva siglos dormida y despierta sin avisar; aquel aroma antiguo que nos evoca una sensación o nos catapulta hacia un rincón de la memoria que quisiéramos retener en una fotografía instantánea; una escena que desearíamos volver a vivir de forma distinta, con personajes distintos, con un final distinto; la imagen dolorosa de un niño hambriento o la dulzura que emana de una mujer embarazada, que parece que se escapa y ni se sabe qué daríamos por inmovilizarla en la retina; y la fugacidad de la vida y lo eterno, lo razonable y lo absurdo, la libertad y nuestras prisiones imaginarias, la realidad y el sueño.... Todo aquello que exige una vida propia y proyectar su propia sombra... y que te dice machaconamente: “¡escríbelo!”.



Seguramente la necesidad es algo parecido a eso... Y sin necesidad de contar no hay relato, no hay poesía. Sin necesidad de “dar a luz” no hay escritor. Quizá ahí estriba la diferencia entre el que hace literatura y el que sólo domina la técnica. Es ese punto de genialidad que capacita al escritor para enfrentarse a la hoja en blanco, solo ante el papel y un mundo que espera ser creado; un mundo que cobra vida, muchas veces al margen de lo que el escritor había planeado. Y empieza la lucha , la desesperación por no lograr decir lo que se quiere decir, por decir algo que no estaba previsto y tener que volver a reinventar, el bloqueo porque hay algo que falla e impide continuar. En definitiva, el pulso del hombre con la palabra hasta que consigue transformar lo vulgar y anodino en obra de arte.
PDTA. ¿Qué estás escribiendo ahora, Antonieta?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Escribir, escribir, escribir. La pluma discurre por el papel en blanco, las neuronas saltan con alegría en su ritmo microbiológico, las ideas se agolpan, se ordenan, estallan con brillantez o simplemente dejan un surco en la herida abierta.
Escribir sí; pero con generosidad, con libertad, sin el agobio de tener que hacerlo por obligación. El placer de comunicarse sin más.
No se construye nada sin esfuerzo, pero de todos los proyectos, los más auténticos son los divertidos.
No puedo dejar de acordarme de la forma de jugar al fútbol de los mejores jugadores brasileños de la historia. Todos tenían algo en común, se divertían enormemente al inventarse la jugada que aún no existía.
El progreso de la humanidad, pasa inexorablemente por la diversión. Aquello que no te hace feliz, simplemente no existe.
Y a día de hoy, observo mi entorno impaciente por encontrar gente que disfrute con lo que hace. Encuentro muy pocos, pero aquellos en los que vislumbro una pizca de diversión, merecen mi atención, y los persigo sin descanso.
Estoy convencido que el Creador se divirtió mucho creando el mundo mundial.
Tal vez se le olvidó dejarnos el libro de instrucciones.
Pero para compensar nos dejó la capacidad de escribir y de ser libres.
Escribir, escribir, escribir.
Eso es lo que hay.

sunsi dijo...

Escritor driver. ¿Quién puede enmedarte la plana? Nadie. Te diviertes escribiendo y se nota a la legua. Escribes porque quieres y donde quieres. Y te comunicas con una facilidad que rompe cualquier esquema.

Pero a veces escribir es un parto. Y no hay parto sin criatura. La criatura quiere salir y llega la hora en la que toca salir. De eso sabemos bastante las mujeres. Alegría y sudor por el esfuerzo. Después, el dolor se olvida. Y tienes entre tus brazos a alguien que existía y que todavía no conocías.

La alegría de haber creado con las palabras.

Gracias, gracias por tus comentarios.

Anónimo dijo...

Pero hay una cosa que tú sabes muy bien como mujer y como docente.
La criatura que salga de tu parto estará construída, estructurada, ordenada. Será el producto de "pensar de oficio".
Por eso cuesta y hay un parto.
...
Yo me divierto mucho, pero soy un simple aficionado, sin oficio.
Tampoco aspiro a más.
Un camionero en medio de un folio.
...
Lo que si aspiro es a conseguir amistades a través de la literatura.
Necesito lectores, pero necesito mucho más a las personas.
Ya tengo tres o cuatro conseguidas así.
Y son partos dolorosos, pues conservarlas exige un esfuerzo.
...
Volvemos al principio: todo lo que merece la pena, cuesta trabajo.

Busca tu silencio y acaba tu parto.
Acaba tu novela de oficio.

sunsi dijo...

No, Driver.No es mi novela "de oficio" porque escribir no es mi oficio. Escribo desde pequeña,pero no por obligación. Sí tienes razón en el tema de la estructura, la construcción y el orden. Es deformación filológica. Y , demasiadas veces, esta deformación te paraliza. También paraliza el perfeccionismo; no es bueno.
Es que este tema daría para una conversación larga. Ya no hablo más de "mi asunto pendiente", ¿vale?. Demasiadas veces he sido "el negro". (...)

Luisa. Mi amiga Antonieta siempre llevaba una libreta pequeña en el bolsillo. Y anotaba una idea, una sensación, el perfil de un personaje nuevo...cuando surgía... y se olvidaba hasta que no se sentaba delante del ordenador. Y lo hacía tarde, cuando todos dormían. Así, sin estudios superiores -ella lo proclamaba a los cuatro vientos- consiguió publicar dos novelas. Así y con el entusiasmo que la caracterizaba.

Un saludo a los dos.