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martes, 18 de octubre de 2011

Compartiendo recuerdos. Aura 40 aniversario (IV)

 
El comedor "compartido"


Pilar Caldú...




No existía en las escuelas españolas y era impensable en la etapa escolar. Oí hablar de ello por primera vez a mi padre antes de pisar Aura; me sonó a película americana. Además de la tutora - la profesora que coordinaba una clase- cada alumna tenía una preceptora. No era obligatorio que coincidiera con la encargada del curso. Era (es) una docente que te daba clase y, por tanto, te conocía lo suficiente (salió un pareado...). De la preceptoría hay mucha teoría escrita. Es el canal que unifica la escuela, los padres y el alumno. Me voy a limitar a relatar mi experiencia personal y algunas conclusiones que me sirvieron cuando tuve la oportunidad de preceptuar.

Cuando llegaba el reparto, tocaba corrillo. “¿A quién tienes?” “Qué morro. Yo prefiero la tuya…” “¿Puedo cambiar?”…Como si se tratara del número de una rifa. En la “tómbola” de 1º de BUP, con una edad de esas que ya se sabe que hay conflictos… adolescentes perdidas todas… me adjudicaron a una profesora que me siguió preceptuando en momentos concretos de mi vida. Actualmente, Pilar Caldú es una buena amiga. Aprovecho la oportunidad para pedir oraciones por su madre; está muy enferma.

La primera entrevista tenía ese punto de intriga, tanto para la preceptuada como para el resto de las compañeras… “¡Qué…! ¿Es guay? A mí todavía no me ha llamado…”

Pilar, la filóloga a la que adjudiqué las licenciaturas de Historia, Geografía y Filosofía… y no acerté ni una (daba de todo con una profesionalidad envidiable…), tenía todas las virtudes de las que yo carecía. Unas escuchaderas que no me las explico sin la posibilidad de poder recargarse con pilas Duracell. Tiendo a la exageración, pero esta vez no exagero. Escuchaderas pacientes e incombustibles. Uno puede pensar que con desconectar de cuando en cuando… es llevadero. Pues no es el caso. Hay que sumarle también la empatía; difícil ejercicio cuando la preceptuada es el anverso de tu moneda. Podría escribir una oda a Pilar. Si lo hago, ya avisaré. De momento, este es un retrato fiel.

Tuve mucha suerte… O mejor dicho, la Providencia quiso que fuera Pili y no otra la que me acompañara durante esos años de idealismo y contradicciones internas, de búsqueda y encontronazos. Idealismo… mucho idealismo. 1975 fue un año que no hace falta explicar por qué ha pasado a la Historia. Por lo que he podido constatar, a los jóvenes de la transición nos bullía más la sangre que a los del siglo XXI. Si nos hervía demasiado, queríamos cambiar el mundo pintándolo con tintes revolucionarios. Si además eras clasificada como “trasto” y con razón, enarbolabas una bandera muy molesta en la que se ejercía una implacable oposición con el lema “de qué se trata que me opongo”. Ese olfato quinceañero tendía a captar las injusticias engordándolas de forma desproporcionada y a expresarlas con radicalidad: blanco o negro; todo o nada; siempre o nunca. ¿Cómo se canaliza la lava de un volcán adolescente en erupción sin ahogar la personalidad? ¿Con qué armas cuenta el docente para que el alumno encauce sus legítimas opciones en libertad sin que caiga una bomba en la escuela? Ahí… Sí. Ahí estuvo Pilar con sus métodos originales que me salvaron el pellejo.

Un colegio no es un pabellón deportivo preparado para un mitin diario. Las escaleras de una escuela tampoco es el recorrido de una manifestación con bandera incluida. Vivía con apasionamiento  la frase de Aristóteles en la que afirma que “el hombre es un animal político”. Quizá fue por eso que enseguida me cayó tan bien el filósofo griego… Pero se me olvidó que, además, desarrolló una teoría de las virtudes entre la que se encuentra la Prudencia.

“Entra en el despacho”. “Vamos a ver… ¿Qué es eso tan injusto?”.

Mggggghhhhhfffffffffffffff

“¿Por qué te enfadaste el día X…?

Mgggggghhhhhhffffffffffffffffff ….

“Y ahora grita, desahógate el rato que necesites…”

Solté la papilla acumulada y del tirón. Lloré hasta quedarme afónica. Pilar dejaba que sacara todos los sapos y culebras que se me amontonaban en el corazón. Cuando terminé, me quedé extenuada pero liberada.

“¿Estás mejor?... Tú y yo vamos a hacer un pacto. Cada vez que necesites vomitar, me llamas. Nos encerramos en el despacho y me cuentas todo lo que quieras, aunque sea una barbaridad…Y si lo necesitas, gritas… Pero hazlo aquí, conmigo, entre estas cuatro paredes”.

Si las cuatro paredes tuvieran memoria y pudieran hablar… necesitarían una “katharsis”.

El ideario de Aura incide en la “Enseñanza personalizada”. A veces, hablando sobre el tema, parece que se interpreta como “clases particulares”. No es este el concepto. La raíz del calificativo “personalizada” hay que buscarla en la figura de la preceptora. En el ámbito de esa confianza que depositas en ella, sabiendo que tus confidencias son lo más parecido al “secreto de sumario”. Con Pilar -disculpad el tópico- hablábamos de lo divino y lo humano… Problemas para entender una asignatura… cómo confeccionar un horario… la importancia del esfuerzo más allá de los resultados… amoríos y Amor… aspectos del carácter y de la falta de carácter… el enfoque trascendente de la amistad… esa Prudencia que no, no había manera… profes que tampoco había manera… Allí, en ese reducto del colegio, se desplegaba todo un potencial que todavía se estaba “haciendo”, que todavía no había perfilado los fundamentos de una personalidad… Confidencias a quien se había ganado mi confianza. No siempre es así; a veces es necesario un cambio de preceptora porque no hay ¿”feeling”? ...

La tutora coordinaba una clase; la preceptora coordinaba, canalizaba asuntos delicados, complejos, personales… como compleja y delicada es el alma y los afectos de la persona en la etapa y el entorno escolar.

Esta mañana he acompañado a mi padre al Nàstic y hemos estado un buen rato contando batallitas en casa. Le he preguntado: “Papá ¿cómo definirías tú al preceptor?” Se ha quitado las gafas… ha entornado los ojos… “Preceptor es el “instrumento” que unifica los conocimientos y la educación -en su sentido más amplio- que recibe el alumno en el colegio… Una figura esencial para la formación integral del educando”. Gracias, papá. Gracias, Pilar.


Mi agradecimiento a Carmina, que ha elegido la canción.

jueves, 13 de octubre de 2011

Compartiendo recuerdos. Aura 40 aniversario (III)


Primera promoción. En clase de Geografía con Pilar Caldú.
Ya se ve que no cuenta chistes...

La primera directora fue Carmen Gómez. Genio y figura. Imponía… Yo solo la pillé un año.

Cuando cursaba 8º de EGB la sustituyó una profesional de la enseñanza que dejó su plaza de instituto para apuntarse al carro de la aventura de Aura. Mª Rosa Company era (es) de Tarragona. Amiga de mis padres; un detalle nada significativo, ni a favor ni en contra. Ecuánime Mª Rosa. Madre de varios hijos… de Elisenda, mi profe de literatura en 3º de BUP… y esposa de uno los señores más simpáticos que he conocido: Pere Huber. Nunca sé si habla en serio o en broma. Ella es otro asunto. Con una sonrisa, pero vaya si hablaba en serio. Soy testigo y “sufridora” directa del rigor de sus clases de matemáticas y física, preparadas a conciencia… hasta el punto que ella misma sacaba la media de los minutos que nos podía llevar realizar un ejercicio de examen para que no nos faltara tiempo.

Mª Rosa fue un ejemplo vivo de trabajo bien hecho y de exigencia. Con ella viví episodios que me marcaron.

El primero… la claridad meridiana de que si me tenía que dedicar a algo lo primero que tenía que descartar era la física. Empollaba las fórmulas y le redactaba con largas explicaciones el desarrollo de los ejercicios. El Suspenso solía ir acompañado de frases tipo: "mucha literatura y poca física…" Prometo que estudiaba, pero como ya he dicho en el anterior post no veía la necesidad de tener que saber las velocidades de lo que caía de un árbol… y me daba igual si el árbol era alto o apenas un matorral… o si lo que caía era una uva o un pomelo. Total… si se iba a caer igualmente… La descompensación entre las notas de literatura o lengua… incluso matemáticas… era tan abismal respecto de la física que un día me llamó a su despacho. “No me digas que estudias, Sunsi. Es imposible que saques estas notas en letras y no te muevas del Muy Deficiente en mi asignatura. ¿Te das cuenta de que no sabes naaada de naaada?” Era muy buena persona. No me sacaba apenas a la pizarra. Me quedaba tiesa haciendo esfuerzos para que no se notara que me temblaban las piernas, casi siempre con los calcetines descompensados a lo que se añadía la bata abrochada con un solo botón. Supongo que pensaría que para números, mejores los del circo.

El segundo… las consecuencias de una falta de respeto. 8º de EGB. Ni flores de inglés. Aún pesaba más el francés de Teresianas. Copié en un examen y ese poco inglés que sabía y se me resistía no me sirvió ni para hacer trampas. Solo vi la injusticia de un examen que yo creí calcado al de mi compañera; a ella le añadió otro Sobresaliente en su currículum y a mí el acostumbrado suspenso. “¡Qué injusto!” ¿¿¿Injusto??? La retahíla que salió sin sopesar lo que decía me valió el pasaporte a dirección. Y de dirección a casa expulsada dos días. Mª Rosa, muy seria, me anunció:”Mañana y pasado no vendrás al colegio. Baja al porche que te está esperando tu padre”. De Constantí a casa y a una velocidad que estoy segura de que actualmente mi padre se hubiera quedado sin puntos. Un silencio elocuente que podría traducirse con la frase favorita de mi progenitor: “estic molt emprenyat!!!” ¿Cuál es la diferencia entre la grosería y la libertad de expresión? Se puede aprender de muchas formas, pero se debe aprender. En aquellos tiempos, la autoridad del profesor venía reforzada por el apoyo de los padres. Un buen tajo a tiempo. ¡Puerta y un cerapio en conducta! Imposible olvidarlo a no ser que sufras amnesia. Lo agradezco… y me apena que actualmente el docente tenga las manos atadas para tomar una solución drástica en el momento oportuno.

No sé si me leerás, Mª Rosa. Ese suspenso para recuperar en septiembre me sirvió. Vaya que sí. Efectivamente; no estudiaba las horas necesarias. Me costaba pero no lo compensé con más trabajo personal. Viene bien un batacazo cuando uno hace el tonto con una asignatura. Muchas gracias. Nunca exigiste más de lo que dabas. Chapó. Chapó también por ese par de días que no tomé a la ligera ni fueron unas vacaciones…

La cara dulce y no porque ella -tan maña- no fuera un hueso se llama Carmen Orna. ¿Qué tenía nuestro BUP que no hay manera de que se pueda aplicar al segundo ciclo de la ESO y el 1º de Bachillerato? ¿Por qué ahora no hay tiempo de adquirir conocimientos de literatura universal -¡cómo disfruté con aquellos trabajos de Shakespeare!- y pasearse por toda la literatura española y comentar textos, tanto poesía como novela y teatro? Llegaba a casa entusiasmada, revolviendo toda la bibliografía que encontraba… A veces era un “hoy dan por la tele “Misericordia” de Galdós”. Y allí que estaba, absorbiendo y pensando que al día siguiente “la Orna” haría una referencia sobre la obra. El libro, los apuntes, las anotaciones en fichas para los trabajos… Aprender y querer aprender… con la seguridad de que aquello te servía para sacarle más jugo a la vida, a las palabras, a los textos, a los escritos personales… Con Carmen, si te gustaba la literatura, salías de una hora de clase con una condensación de conocimientos que te empujaba a seguir ampliando.

También fue nuestra profe de latín. Latín obligatorio para todos en 2º de BUP. Nadie se quedaba sin la oportunidad de adquirir las nociones básicas de la raíz de nuestro idioma, un recurso para la riqueza léxica y la deducción del sentido de muchas palabras de registro culto. Qué vergüenza cuando me preguntó la conjugación del verbo más irregular de todos… o al menos así lo percibí. “El no-sé-qué tiempo del verbo fero-tuli-latum” “¿Tulero?” “¡Hala! ¡siéntate! ”. Juntaba los dedos de la mano y los colocaba en la frente con un movimiento rotatorio… de izquierda a derecha y de derecha a izquierda… Parecía que quería abrir literalmente su sesera para que aprendiéramos a hacer lo mismo. Con la Orna no quería cometer errores… necesitaba mantener ese prestigio que tenía en lengua y literatura. Empollé el verbo que casi lo recitaba dormida. Lástima que no volvió a preguntármelo en público.

Carmen Orna ha sido y es el cordón umbilical de las ex- alumnas con Aura. Se ha ganado a pulso un cariño difícil de explicar. Su jubilación concentró tal cantidad de antiguas… que no se cabía en el salón de actos. Pocos recuerdos tan emotivos como el de esa mañana de sábado. Un beso, Carmen. No sé si me hubiera decantado por filología sin esos primeros peldaños que tú colocaste tan bien cimentados. ¡ Orgullo de profe ! Y después... inmejorable colega.

Ahora tocaría escribir sobre mi preceptora de la etapa del BUP, Pilar Caldú…y las compañeras de curso. Lo dejo para otro post. Demasiado jugoso como para ventilarlo en pocas líneas.
(...)

Comparto el "Compartiendo..." con una fecha señalada en mi calendario. Hoy es el cumple de MO, la Bella Ragazza... también "viborilla" para algunos amigos blogueros... Te digo algo, lo primero que tengo ganas de decirte... Afortunados los que ocupan un lugar en tu memoria, en tus recuerdos, en tu corazón. Eres, en el sentido literal de la palabra, UN SER AMABLE (digno de ser amado) . Querida Marta. ¡¡¡Muchísimas felicidades!!! Sigues como esa "aurita" risueña... Cachis... Qué envidia de juventud eterna. Bacio, preciosa.



martes, 11 de octubre de 2011

Compartiendo recuerdos. Aura 40 aniversario (II)

Instalaciones de Turó en las que fuimos "okupas" durante unos años.

Aura era (es) un colegio femenino, como todos los colegios de niñas en 197ytantos. El punto de “exotismo” es que sus instalaciones se ubicaban en un edificio del colegio masculino: Turó. Cada uno disponía de sus propias aulas, canchas deportivas, sus patios de olivos, su oratorio… excepto el comedor. Aún hoy conserva el mismo alicatado. A diferencia de mi antiguo colegio, en esta escuela el sistema era el self-service “relativo”. Cada una recogíamos nuestra bandeja, servilleta, cubiertos, pan (doble ración… para la comida y el “por si acaso” que guardábamos en el bolsillo de la bata de cuadros rosa). Del interior de la cocina salía el personal de la ídem que se encargaban de repartir el menú. Muy buena gente...“No me ponga tanto…” “¿Puedo...?"… hasta llegar al postre y de allí a la mesa. En la zona opuesta, los chicos repetían la misma operación y se sentaban en “sus” mesas. Cualquier alumno/a que lea esto seguramente no daría crédito. Una y un profe de vigilancia… “Ni hablar… no pasas. Hay que acabarlo todo”. Las había más estrictas y más benevolentes. Pero la benevolencia de entonces se clasificaría ahora como disciplina de cuartel. Vuelta a la mesa y algún que otro “favor” de estómagos más agradecidos colaboraba en aligerar el asunto. Tarea complicada cuando caían lentejas o verdura. Si pasabas el control de la profe encargada del comedor, podías dejar la bandeja en la ventana central, punto de encuentro para algunos recadillos… “Dile a Pepita que la espero en la parada del bus 2…”, “Juanito es un creído… de parte de Paquita…” No se me olvidará nunca cómo gané varios enteros ante mis compañeras cuando supieron que mi primo era mi primo. “¿Seguro que es tu primo?” “Pero primo-primo?” El guapetón de Ramón, por el que suspiraron tantas “auritas”…Si lo llego a saber lo explico antes…

En los patios solíamos jugar a “pichi” y a ¡cavall fort! Depende de quién te caía encima, podías quedarte sin espalda. Otra actividad que ahora sería un delito ecológico era arrancar la corteza de no me acuerdo qué árboles… La parte interior era carnosa y tenía un sabor agradable que rascábamos con los dientes como si se tratara de un rico coco de la Habana. Por aquellos tiempos fue cuando empecé a escribir. Los ratos de “recreo” eran más largos porque no regresábamos a casa hasta las 17 h. Esa libretita mediana, que cabía en el bolsillo de la bata, se empezó a llenar. Más de una compañera compartía esta afición. Todavía no existía ni el concepto ni el término frikie. Afortunadas las aspirantes a poetisas; ahora seríamos unas “margis”. Ese fue el principio de un encargo reiterado: las letras del concurso de villancicos y del festival al que acudíamos cada año. Montse M. lo recuerda muy bien. Me ha prometido una foto del primer año que nos presentamos.

Cierro los ojos. Puedo oler con una intensidad poco común esa fragancia a mandarina que impregnaba las manos y el babi, ese aroma a cítrico que envolvía el aula durante la primera hora de clase de la tarde. Las clases, las profes… Eso es un capítulo aparte… o dos. Y el aula improvisada en un trastero del laboratorio para las de letras de 3º de BUP, con 6 alumnas…Y los trabajos de literatura con Carmen Orna que nos enseñó a hacer trabajos (valga la redundancia) ¡¡¡Y la física de Mª Rosa!!! Qué importancia podía tener a qué velocidad caía una manzana desde un tercer piso… “No sabes nada, nada, nada… A septiembre”. Y las coletillas de Mari Paz Arango “Nenas, nenas… ¿es que sois tontas?” sin que nos consideráramos realmente tontas…

Todo esto lo dejo en el aire. Para otra entrada.







Lipdub curso 2010-2011. Ya en las nuevas instalaciones de La Canonja.



lunes, 10 de octubre de 2011

Compartiendo recuerdos. Aura 40 aniversario (I)


Aún recuerdo el cariñoso reproche de la Madre Antonia: "Has nacido aquí y te vas a crecer a otro colegio". Y la despedida del equipo de básquet... El entrenador: "Gracias por los servicios prestados". Y cierta expectación de mi entorno escolar por el nuevo destino. Una escuela distinta se había inaugurado hacía dos años en las afueras de Constantí. Expectación que interpreté como cierto recelo que no entendí entonces; ahora me parece más que lógico. Ni en el centro de Tarragona ni de Reus... Llamó la atención un uniforme innovador; falda escocesa en la que predominaba el azul marino con verdes y rojos... polo rojo... chaqueta azul... Hasta el momento, la tradición eran pichis... De pata de gallo marrón en Teresianas, mi colegio... y el de mi madre y el de mi abuela. Se estilaba la tradición y la continuidad.

No pude entrar en 6º de E.G.B., el segundo año de la nueva escuela, por la avalancha de solicitudes. Coincidió con el cierre de un colegio de monjas emblemático y con solera: Jesús y María. Así que se incorporaron al colegio masculino mi padre, como profesor, y dos de mis hermanos. No estuvo mal ese curso que sabía que era de transición. Fue una espera ilusionada que dio paso a un cambio radical de esquemas.

Una colegio casi recién nacido, pequeño, … “¿Cómo te llamas?” “Estil-les” “No… me refiero a cuál es tu nombre, ¿cómo te llaman en tu casa?” “Sunsi”. Reconozco que fue lo primero que me descolocó. Siempre había sido “la Estil-les” y ahora me llamaban con un nombre que no asociaba al ámbito académico. A los pocos días una profesora – Pilar Requeno, que falleció hace ya unos cuantos años- me dijo que quería charlar conmigo. Hice un repaso mental. No creía haber hecho nada… todavía no tenía la suficiente confianza como para sacar la vena revolucionaria ni hablar en clase. Muerta de miedo me dirigí a su despacho. Nada de lo que imaginé… "voy a ser tu preceptora este curso", "¿qué tal estás?", "¿te adaptas?", "supongo que te va a costar el inglés…", "te propongo una cosita muy pequeña para acordarte de la Virgen antes de acostarte. No son mucho tres avemarías rezadas despacio…"

Al poco, Asamblea. Voto secreto de las alumnas que introducíamos un papelito en un apaño de urna para elegir a la secretaria, subsecretaria y vocales del curso. Primero, presentación de candidaturas. No… todavía no habíamos estrenado democracia y yo ya tenía nociones… Supongo que por ser nueva, por aquello de probar… las compañeras me eligieron subsecretaria. La profesora, en cada Asamblea semanal, se sentaba en un pupitre. Preparábamos el orden del día, lo que podía funcionar mejor… Intervenía toda la clase. Y yo perpleja al comprobar que la profe no abría el pico hasta diez minutos, más o menos, antes de acabar la hora.

Éramos las mayores del cole. Así que se puede decir que pertenezco a la primera promoción aunque no cursé el C.O.U en Tarragona. Los primeros años de una escuela “distinta” que rompió la tradición Teresiana en mi familia para incorporarnos a un estilo de enseñanza y educación en el momento de su germinación.

En ocasiones digo que tengo la suerte o la "desgracia" de ser una antigua alumna muy vieja, de las primeras horas… Suerte porque tengo memoria histórica… porque viví en primera persona los fundamentos de unos colegios con un ideario que se vivía al pie de la letra… porque estos fundamentos eran sólidos y aún me sirven, después de tanto tiempo. La “desgracia”… bah...es una ironía. A veces veo demasiado porque me acuerdo demasiado… No es que lleve gafas de aumento; pasa que bebí del manantial donde brota el agua limpia. Y de mi conciencia también brota instintivamente un rechazo hacia lo que creo que contamina.

40 años… Una oportunidad de refrescar viejos tiempos de exigencia  y ambiente de familia. Aprendí mucho y fui muy feliz. Gracias, Aura.


Carmen Gómez y Emilia Juan- Dalac. La primera directora de Aura y la actual, respectivamente.


Mª Rosa Company, la segunda directora ¡y mi profe de física! Merece un post...