Cuatro paredes blancas. Alguien espía en un rincón. Él... solo... en busca de un cuarta dimensión. Solo, tan solo...
Sólo cabeza pensante entre cuatro paredes abismales. Siquiera entrara un fleco de sol ... pero es la noche que sume en un sueño al poeta ¿casi vivo? ¿casi muerto?.
Sueños de apariencias geométricas... Un prisma de un mundo invertido e inconcreto.
El mar en los pies que besaba la arena como un llanto angustiado. Pena del poeta enfemo. Se vive como uno, único en la fiebre de sus aguas despiertas. Anhela quizá un duermevela eterno. Vive bebiendo... anhelando... el destierro de su vida en otro mar... incierto. Porque está lejos del hoy ... porque es tan viejo como la piedra que parió otro tiempo.
La luna espesa y la tierra... canto rodado que no ignora que pronto será arena. Media luna que se resiste ... que no quiere ser luna llena.
Círculo borracho dando tumbos amargos en busca de otra luna amiga que nunca llega. Luna sola, con su soledad a solas. Se rompe el hilo y se precipita hacia el ocaso. Hijo de la ira , rompió el círculo amargo. Hijo de la luna el poeta embriagado.
Y se levantará cada mañana en busca de una vida que todavía permanece oscura y callada. Y el poeta mudo se alejará del astro donde la palabra hueca se pudre en el espacio.
El sopor insufrible... que aleja la vida. Y el poeta yaciente,caído, se levanta, despacio, muy despacio. Busca la lluvia ... y despierta. Despacio, muy despacio... se derrama, mojado. Ahí detrás está la vida. Enhorabuena si la encuentras o si ya la has encontrado.
12 comentarios:
Mpfffffffffffff, grrrrrrrrrrrrffffffff, aaaaaaagphhhhhhhhhh, pshhhhhhhhhhtfffffffffffffffff,fummmmgrjjjjjjtttttttttttrrrrrrrrr
Dicho sea sin ánimo de molestar
Te he entendido a la perfección, hedbana... y eso que no has escrito ni una sola palabra coherente.
Sabes que jamás me molestas.
Yo sí te voy a tocar el pie.
Besos, muchos besos, linda Balboa
No sé si los poetas existen.
No he conocido a ninguno.
Sólo os puedo contar algo que oí ayer.
Oigo cuentos.
LOS HERMANOS
Esta es la historia de dos niños que eran hermanos y vieron crecer juntos los árboles del bosque.
Un buen día, el señor Dios decidió levantarse muy temprano y empezar a trabajar. Desayunó mucho, pues el día se presentaba largo. Se puso el traje de jardinero y se dirigió al huerto que había detrás de su casa. Cogió la azada con las dos manos y excavó un profundo agujero, donde depositó dos arbolitos pequeños, muy pequeños. Cubrió sus raíces con tierra fértil, los regó y apisonó la tierra con sus propias manos. Las manos del señor Dios.
Aquel mismo día, un niño y una niña habían venido al mundo en un hospital. El niño se llamaba Eduardo y la niña Silvia. Al principio los niños son pequeños, muy pequeños, como los arbolitos, como los pollitos, como los pájaros que vuelan muy, muy alto, y resulta que sólo se ve un puntito en el cielo.
Y así pasó el primer día, y el señor Dios vió que la cosa iba bien, así que se fue a descansar.
El segundo día, los arbolitos seguían siendo pequeños, muy pequeños, así que Dios dijo: “voy a sacar el abono y la manguera, a ver si dándoles de comer crecen”.
Edu y Silvia tomaban la merienda. Mucha leche y muchos potitos. En aquella ciudad habían más niños que también estaban creciendo, así que hubo que traer una vaca enorme que hacía “muuuu”, “muuu..”; también trajeron una máquina para fabricar potitos, pues estaban muy ricos, y cuantos más potitos tomaban, más potitos querían aquellos niños que estaban creciendo.
Y así pasó el segundo día, y el señor Dios vió que los arbolitos estaban bien alimentados; así que se sentó en una piedra plana, y se puso a mirar a su alrededor. Observó los árboles del jardín, las flores del campo y el vuelo de las golondrinas; y como todo era muy bonito, el señor Dios estaba muy contento.
El tercer día se levantó con un viento muy, muy fuerte. Los arbolitos se inclinaban a merced de la tormenta, y el señor Dios los miraba preocupado. Nada podía hacer, pues los arbolitos tienen que aprender solos a resistir la lluvia y la tormenta.
Edu y Silvia aprendían a andar. Allí estaban sus padres para ayudarles. Su papá se llamaba Edu también, y era fuerte, muy fuerte. Su mamá se llamaba Maria Jesús, y era muy guapa. También estaba su hermana Clara que tenía unos ojos muy bonitos. Las abuelas, que eran grandes como montañas, pues habían vivido muchos años. Los amiguitos de Murcia que eran arbolitos pequeños como ellos. Los amigos de Madrid, que aunque estaban lejos, hacían largos viajes para jugar con ellos. Había muchas personas en aquella ciudad que se llamaba Murcia. Personas que eran de su familia, personas que eran de su colegio y hasta personas que iban por la calle y se fijaban en ellos. Una vez fueron a un mercado a comprar zapatos, y un señor grande y gordo les regaló un globo azul para Edu y un globo rojo para Silvia.
Y así pasó el tercer día. El señor Dios veía todo. Veía a Edu y a Silvia que aprendían a andar. Veía los ojos bonitos de Clara. Y hasta veía al señor grande y gordo que regalaba globos a los niños en el mercado de los zapatos. Los niños se caían y se levantaban mientras aprendían a andar, pues les pasaba como a los árboles, que tenían que aprender solos a resistir la lluvia y la tormenta.
El cuarto día Edu, Silvia y muchos amiguitos más se fueron de viaje a Tenerife. Allí vieron unas playas que tenían la arena de color negro; vieron un loro con plumas de todos los colores, hasta de color azul como el mar; había también una piscina para niños y como era verano y hacía mucho calor, se bañaron con los manguitos. Era divertido viajar y ver nuevas cosas. Lo bueno de viajar es que aprendes cosas. Edu aprendió a tirarse del borde de la piscina y Silvia aprendió a subir en el tobogán de abajo hacia arriba. Son cosas muy complicadas, pero viajando las puedes aprender.
En el huerto del señor Dios los arbolitos ya eran más grandes y también aprendían cosas. Por ejemplo: cuando salía el Sol y la luz les alcanzaba las hojas, se les calentaba el cuerpo y por su interior circulaban los alimentos mucho mejor; tambíén aprendieron que cuando llovía y la tierra se mojaba, a través de sus raíces se movía el agua hacia el interior de su tronco.
El señor Dios veía que los jovenzuelos observaban y aprendían, y eso le ponía contento.
El quinto día Edu y Silvia fueron a una ciudad que se llamaba Madrid. Como en las ciudades hay muchas casas y muchas calles, no hay sitio para los animales, así que los juntan a todos en un sitio que se llama zoológico y allí los pueden ver los niños. Hay animales muy grandes como los elefantes, que tienen una trompa muy larga que el señor Dios se la puso para que pudieran tomar cacahuetes. También hay un animal con el cuello muy largo que se llama jirafa, y tiene lunares por todo el cuerpo, como el balón de fútbol de mi papá. Me acuerdo de los monos que estaban siempre dando gritos y gritos, y se comían los plátanos de dos en dos. Pero lo que más me gustó fueron los delfines, que nadaban y daban saltos como cuando vamos a la piscina de los Maristas y los niños de la clase se vuelven un poco turuletas y saltan y se ríen.
El sexto día Edu y Silvia se acordaron de sus papás y de sus profesores. Los mayores. Siempre están preocupados para que nos abriguemos en invierno, para que comamos todos los días, para que no nos pongamos malitos, aprendamos a leer y a escribir; y sobre todo, para que tengamos cuidado cuando crucemos la calle.
El séptimo día era el último de la semana; el señor Dios descansaba y nosotros le dábamos las gracias por todo lo que habíamos aprendido esa semana.
Hoy soy un niño pequeño y estoy en clase con mis compañeros. Me asomo por la ventana y veo el bosque del señor Dios. Es un bosque muy grande con árboles de todo tipo, los hay altos y esbeltos como las jirafas, los hay grandes y corpulentos como los elefantes.
Miro dentro del aula y veo a mi profesor que escribe las letras en la pizarra con una tiza blanca. Y allí están mis compañeros de clase, unos son niños como yo, y otros son niñas como mi hermana Silvia. Los hay que corren mucho, como Pedro. También hay una niña que da saltos muy largos y se llama María.
Miro por la ventana, miro dentro del aula, miro a mis padres, a mis amigos….; pero sobre todo, no puedo dejar de mirar a los bonitos árboles que el señor Dios plantó un día en su jardín, que crecen día a día, altos, espigados, potentes.
Siempre que paseo con mi hermana Silvia, cuando pasamos cerca de una arboleda, nos paramos y contemplamos asombrados la obra del jardinero.
Esta es la historia de dos niños que eran hermanos y vieron crecer juntos los árboles del bosque.
Atentamente. Driver.
¿No has conocido a ningún poeta? Entonces, Driver ... te digo, como decía Sócrates "Conócete a ti mismo".
Gracias por el cuento, gracias por entrar y dejar tu pisada.Gracias, poeta.
Qué cosas pasan, Sunsi; a veces, pensar de oficio se convierte en oficio de sentir. Digo mal: siempre pensar en sentir. Los seres humanos no tenemos otra forma de acercarnos al mundo. Un sentimiento que no se piensa es pura animalidad, un pensamiento capaz de sentirse es nuestra condición. Ahí está el 1% (más o menos) que nos aleja de la genética de los chimpancés. Ahí está el alma. ¡Hay que ver lo que da de sí un simple 1%!: palabra, corazón, humanidad…
Tu entrada, por ejemplo.
Un saludo.
De nuevo Driver...
... y sus cuentos.
Así el camino es menos duro.
Con palabras.
UN ABRAZO, Y GRACIAS
(sigue con el alquiler de esta ventana de Sunsi... sigue siendo inquilino... los que estamos de paso, agradecemos las palabras aquí encontradas)
Ay... hedbanna pastoril a veces incomprensible... me ha costado hoy un poco... leer... vamos, que me pierdo... toy cerradita...
... pero, a diferencia de Pepa, aún no domino el arameo.
Aunque todo se verá... que nunca se sabe... jajajajaja
Pues he estado a punto... de borrarla, Antonio. Porque es de las pocas veces que escribo para mí misma. Y he pensado que no se iba a entender. Despuéshe pensado que me daba igual que se entendiera o no.
Gracias a Dios, tú sí lo has entendido. Porque, ya que has entrado, te aclaro que tú eres el destinatario.
Calcula lo que me afectan las situaciones. Y has dado en el clavo. ¿Pensar sin sentir? Pobre pensamiento... huérfano de corazón.
Hasta siempre, poeta
CURA CHINO
El amor, la fe..., conviene practicarlos.
Si no te los trabajas tu mismo, la mente se hace vaga.
Nadie viene a solucionarte tu fe.
Te pueden ayudar, aconsejar, sugerir, influir; pero al final estás tú y ella cara a cara. Solos.
O la besas mientras susurras bellas palabras, o no hay química y nunca pasas a mayores.
...
Siempre me fijo en la Palabra.
Por encima de las situaciones personales o mentales. Por encima de nuestra historia, nuestros pecados o nuestras mentiras. Está la Palabra.
Y no es una frase hecha.
...
Lunes. Funeral de la madre de un compañero albañil.Madrid. Barrio de Entrevías. La iglesia más fea en la zona más castigada de esta ciudad.
Oficia un cura chino.Ha venido ha este oscuro rincón del mundo a traer la Palabra. Y justo eso es lo que no tiene. Lee el Evangelio en un español con graves dificultades. Se vaticina un desastre total.
Me da por pensar que ante la falta de vocaciones, el Obispo tuvo que tirar de lo que tenía a mano.
Un chino en Madrid.
...
Pero...y ahí está para mí la magia de la Palabra, llega la homilía del funeral. El cura chino se baja del altar. Coge una silla. La pone enfrente del primer banco donde la familia doliente pena.
Se arremanga.
Con un par.
Se dirige a la familia y habla desde dentro, sólo él y la Palabra. Frente a frente. Las deja deslizar con cariño, las susurra, enaltece, besa en los labios.
Las enamora.
De pronto, la sensación de que alguien había abierto de golpe las ventanas.
Un chorro de aire fresco.
...
Tal vez recuperar la fe sea fácil.
Leer la Palabra hacia dentro.
Y luego.
Sacar la cabeza por la ventanilla con el coche en marcha.
Sentir la brisa fresca.
Cada puñetero nuevo día.
Atenta la mente. Driver.
¿Tú también con el pastoreo, Ana?
No me quito el sanbenito de encima. Que me da igual, ¿eh?. Bah... si en el fondo me encanta el apodo de la sarracena que me baja a la tierra para que muerda el polvo. Ella sabe muy bien que se lo agradezco.
Y , a medida que te voy conociendo, más me la recuerdas. Sólo que tus fomas escritas son menos...¿cómo te diría sin ofender a la hedbana?... ¿menos brutas?
No te preocupes por la entrada de hoy. A veces no se me entiende.
Con Dios, como dice Pepa...
Cada puñetero día, Driver... Y que nos azote la brisa hasta que tengamos que cerrar los ojos. Entonces, a ciegas, sale todo lo que emponzoña el alma. Por los poros o en forma de lágrimas que limpian el corazón.
Cada puñetero día con la camisa arremangada, pringando aunque piensen que somos unos pringados.
Sí... siempre atenta la mente para que dirija al corazón. Cada nuevo día.
TODO SALE...
DE TODO SE SALE...
... Y MÁS, SI CUAL CAMIONERO, NOS ARREMANGAMOS LA CAMISA.
EL MUNDO POR MONTERA.
Y UNA ORACIÓN.
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