Naufragios... transitorios.

No debería estar escribiendo.  Es tarde y mañana probablemente me costará levantarme. Pero esto es una bitácora y no me voy a dormir sin dejar unas letras que he leído hoy. Me repito como el ajo. Benedetti de nuevo.

"Cada ser humano es una isla, donde sólo convive con su conciencia y en ocasiones con un lago quieto que le informa sobre qué rasgos  asume su rostro de náufrago. (...)

Cuando el ser humano se aburre de su soledad, entonces se comunica con una u otras ilas, a nado, o en barca, en lanchas o en canoas. (...)

El amor une a las islas como una corriente"

Esta isla que escribe "pertenece  a un archipiélago". El agua me devuelve el rostro verdadero, el que no sé descubrir porque incluso lo espejos engañan. De momento el líquido acuoso no termina de ser transparente y la imagen no es nítida. El agua tiene que correr, saltar sobre las piedras  hasta que queden pulidas. La transparencia todavía no es transparente. Y aún voy a tientas. No acaba de convencerme mi situación de náufrago. La soledad más íntima se acerca, como una intrusa, rodeada de ruido y de tormenta. La tentación del yo conmigo mismo es fuerte como el levante fuerte.

Asoman en el mar azules distintos, como venas que fluyen desde algún lugar  donde reside un corazón que bombea. Amores de antes, de ahora y de siempre que dibujan el agua ... Y ya no soy isla ni pertenezco a un archipiélago.

La corriente me presta una barca. Y la conciencia consciente me empuja... en busca de otros barqueros ... para habitar otra isla donde están todos ellos, amigos de la infancia, de la juventud...cartas perdidas en botellas rotas que se estrellaron en alguna roca. Y vuelvo a reconocer en sus sombras la vida que latía entonces y sigue estando viva. Es el entramado del recuerdo, que no quería el olvido y perdió su silueta.

He encontrado la barca... y a  otros barqueros que transitaban por el mismo recorrido. Por fin en tierra firme.

Buenas noches, Marta.