viernes, 20 de febrero de 2009

¿Un viejo artículo?


Terminaba la última página del El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl y, casi simultáneamente, se proyectaba “Mar adentro”. Un film y un libro con dos historias basadas en el límite del abismo humano. El del tetrapléjico, paralizado de cuello para abajo, postrado en la cama junto a dos ventanucos; y el del prisionero de Auschwitz, trabajando bajo cero con los pies desnudos y llagados, ignorando si aquél sería su último día...

¿Coincidencias?. Muchas. Todas las que significan Enfermedad y Tribulación. ¿Diferencias? Más. Sampedro, sin esperar ya nada de la vida; Frankl, dispuesto a dar lo que la vida espera todavía de él. Sampedro, con la obsesión por morir; Frankl, con la decisión de seguir viviendo. El marinero, con el sentimiento de la dignidad perdida, prisionero de su cuerpo; el psiquiatra judío, empeñado en seguir siendo útil, en seguir sirviendo a los demás con lo único que le queda: el sufrimiento.


La vida les lanza a los dos el mismo palo: Ramón Sampedro sujeta una punta y Viktor Frankl agarra el otro extremo. El misterioso “palo” del Dolor. O tiene sentido o no lo tiene. O dignifica al hombre o lo transforma en un guiñapo. Dos posturas antagónicas que parten de dos formas de mirar el horizonte de la existencia. Mar adentro... o buscamos la orilla a pesar de la marea o nos hundimos. Ya no se trata de valentía, de capacidad para resistir . Hay que bucear mucho más para entender dos rutas tan distintas. Frankl recoge en su libro una frase de Nietzsche más que elocuente: “Quien tiene un por qué para vivir puede soportar casi siempre cualquier cómo”. La dignidad queda al descubierto cuando se despoja al ser humano de todo asidero. Así, desnudo incluso de lo necesario, aunque el cuerpo no responda, sigue siendo digno de ser.


“¿Qué es en realidad, el hombre?”, se pregunta Viktor Frankl. “Es el ser que siempre decide lo que es. Es ese ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración”. Sampedro, tras 29 años leyendo, escribiendo para conseguir que el Estado le permitiera suicidarse, acabó con su vida el 12 de enero de 1998. Frankl murió un año antes, en 1997. En el campo, lo que lo mantuvo en pie fue el objetivo de otra liberación: salvar a los prisioneros de la desesperación. No sobrevivieron los más sanos...Salieron adelante los que descubrieron una meta, una intencionalidad en su vida. Sólo superaron la ignominia que los abocaban a la muerte o al suicidio, los que encontraron la razón por la que seguir viviendo.


“Su pregunta - la de mis camaradas- era : `¿Sobreviviremos a este campo? Pues sino, este sufrimiento no tiene sentido’. La pregunta que yo me planteaba era algo distinta: `¿Tienen todo este sufrimiento, estas muertes en torno mío, algún sentido? Porque si no, la supervivencia no tiene sentido, pues la vida cuyo significado depende de una casualidad –ya se sobreviva o se escape de ella- en último término no merece ser vivida” . Frankl salió de Auschwitz, pero no lo hizo de vacío. Elaboró a partir de sus experiencias la tercera escuela vienesa de psicoterapia: la Logoterapia.


En su caso, el cómo le empujó a buscar el porqué.

15 comentarios:

Máster en nubes dijo...

Me encantó el libro de Frankl. Y desde luego que si tienes ese sentido todo encaja mejor aunque no encaje nada. El tema es que iel sentido no siempre permanece, se oscurece, se emborrona, viene la niebla. Y tienes otra vez que buscarlo. A veces es difícil.

sunsi dijo...

Creo que entiendo lo que dices, Aurora. Tantas veces las piezas parece que no encajan. No encajan desde abajo y en el momento en el que buscamos la pieza.

Recuerdo aquel punto del libro de Stephen Covey: empezar con un fin en mente. Quizá el fin esta ahí y, de cuando en cuando, se nos olvidan los planos... o los perdemos. Se hace camino al andar, como dijo Machado, pero el camino siempre tiene un fin de trayecto.

Los hombres, creo, tenemos esa capacidad de hacer fuego para iluminar la ruta... o para volverla a diseñar... o para esperar a que escampe la niebla y el sol nos presente de nuevo el camino más diáfano. Y los hombres, como no funcionamos sólo por instintos, contamos con la libertad para hacer un cursillo intensivo de ingeniría de caminos y trazar una ruta paralela, abandonando la autopista para recorrerla junto al mar o atravesando las montañas. Pero el fin en mente no tiene por qué desaparecer. No está en ningún lugar concreto. Lo tenemos guardado en nuetra mente y en nuestro corazón.

Pedazo de rollo a estas horas de la mañana, Máster. Perdona. Hablo contigo y también conmigo misma.

Sí, a veces es difícil.

Besos. ¿Frío en el Boalo?

Máster en nubes dijo...

Estoy en Madrid, acompañando a mi madre. No es bueno que esté sola estos días.

Siguiendo con la discusión.

Me gusta Covey, pero me horrorizan los software convertidos en hardware.

Yo creo más en la exploración, Sunsi. Creo en la divagación (y en la vaguería también ;-).

No es que no crea que no hay un fin o un sentido, por supuesto que lo hay. Pero no creo en la claridad mental apriorística o permanente. Creo que en (cierta) confusión y caos nacen cosas.

No sé, quizás estoy perdiendo mente aristotélica -esto me lo dijo el otro día un amigo y me dio la risa- y ganando algo que no sé muy bien qué es, la verdad. Quizás no gano nada, ya ni sé.

Hablo sola yo también.

sunsi dijo...

Pensaba qué podía contestarte mientras pelaba patatas...

Cualquier acto humano y acto del hombre tiene un sentido. Incluso hablar mientras coges un papel y lo vas destrozando y haciendo bolitas... estás nervioso o impaciente o escuchas arrojando energía por las manos... no sé. Por supuesto, el sentido que tú o yo le damos, que no es el mismo probablemente. Su caminas... vas hacia un lugar. Pero también puedes caminar hacia ninguna parte porque no caminas, deambulas... tu objetivo es estirar las piernas sin rumbo fijo.Tiene un sentido.

El fin es otra historia. Supongo que te refieres a la causa final aristotélico-tomista. Pero en el fin también existen recorridos a corto , a medio o a largo plazo. Depende del acto. Pensaba en tus fantásticos post sobre los cuidadores. Más aún, sobre cuidadores de personas que apenas se ve la esperanza de que despierten. Si le restamos el sentido y el fin... ahí se quedan.

¿Qué obligación hay de ser aristotélica?. A mí me cala muy hodo el platonismo que subyace en San Agustín, por poner un ejemplo.
"Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas,perdonarás con amor" Y me atrevo a decir ... si dudas, si estás envuelto en niebla, estás así por amor... o por la búsqueda del amor.

El fin, sea el que sea, el sentido de la vida o su búsqueda ... Dios nos los guarde. Sin ello caemos en el nihilismo nietzschiano o en la náusea de Sartre.

Mi querida amiga... encantada de disentir...

Un beso

Anónimo dijo...

¿Pero cómo se pueden estar pelando patatas y hablando de Aristóteles?
¡Os va a salir la tortilla tomista!
... ;)
En fin, por aportar algo...

Estábamos los hombres perdidos en las islas del Mar Egeo.
Nos preguntábamos el porqué de tantas cuestiones, que nos inventamos la filosofía.
Pero nos hacían falta edificios donde juntarnos a divagar.
Así que se nos ocurrió inventarnos el Dórico, el Jónico y el Corintio.
Tres estilos para argumentar la belleza de nuestros templos.
Tres formas divinas.
Nos entretuvimos en ello durante siglos.
E inventamos la civilización.
...
Y al final, se resume en una tortilla de patatas, sazonada con esencia del Mediterráneo, preparada con esmero para comer en familia.

Tal vez la esencia de toda la filosofía esté encerrada en esa tortilla.

Herencia etrusca, fenicia y griega.

Te la comes a la sombra de un olivo, mientras escuchas el sonido de la tramuntana.

Oliendo a tomillo y a sal.

sunsi dijo...

Oye, Driver... ¿cómo has sabido que las patatas eran para una tortilla? Pues sí, eran.

Es que después de la respuesta de Máster tenía que hacer la comida. Blanca se tiene que ir temprano. Y le daba vueltas al sentido y al fin... y recordaba a Aristóteles, Platón, Santo Tomás, San Agustín y a Nietzsche. Cuando he llegado a Sartre sí que he pensado que tal vez la tortilla saldría mareada...

Cuando me la coma me acordaré de Máster y de ti. Igual se me ha olvidado echarle sal. Vete a saber...

Desde luego... no me tomáis en serio. Con lo que me gusta a mí la filosofía. Y tú metiéndola en la tortilla...

Un saludo y un beso para mi amiga Sarita.

Antonio Azuaga dijo...

Espléndida entrada y edificante reflexión, Sunsi. Las situaciones límite son las que de verdad destapan lo que pensamos y esperamos de la vida. En el fondo es un problema de válvulas de entrada-salida. Hay quienes quieren la vida para hacer algo con ella y quienes la conciben para que se haga algo en ella. Cuando esta válvula ideológica tiene dirección de entrada, cuando lo que se espera es que nos entre el mundo, la respuesta más común ante la tragedia personal es la renuncia. Por el contrario, cuando esa dirección es de salida, de verterse hacia fuera y salpicar las cosas de voluntad y sentido, la respuesta es la resistencia. Pocos me discutirían que la tónica de los tiempos refuerza aquélla en detrimento de ésta. Porque, hoy por hoy, vivir se entiende como el acto de engordar lo propio y adelgazar lo ajeno mientras se distrae con palabras, comisiones y protocolos nuestra mala conciencia.

Tú sabes lo que pienso de las “depresiones” y cómo me hiciste tú reflexionar sobre ese punto de crueldad de mi pensamiento. En mi opinión, lo que aquí planteas se parece bastante: en ambos casos la decisión es el abandono. Pero la inquietud personal, la pregunta que uno no puede dejar de hacerse entonces, es qué tipo de “válvula” tengo yo en el sentido de mi vida; qué y cómo respondería yo ante una de esas situaciones límite.

Si te soy sincero, no lo sé. De lo que estoy convencido es de que el tipo “salida”, el modelo “resistencia”, me parece infinitamente más valioso y más válido. Aunque no sea nada más que por ser mucho más difícil.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Dice Driver... "Tal vez la esencia de toda la filosofía esté encerrada en esa tortilla".

Yo no tengo la menor duda.

Cada una de las cosas que nuestras manos hacen, sobretodo esas que aunque pequeñas tienen destinatario, tienen la esencia del presente...

Nos ponemos a pelar patatas, atento el pensamiento y la razón en ese instante, las manos armoniosas, mezclar las patatas ya fritas con el huevo... atento los sentidos en respirar el instante que se vive en casa... el ruido de los nuestros al fondo... y al final el Todo recogido en un momento, en un trozo de presente que se ha hecho hecho tortilla... tortilla que luego va a la mesa y que es la disculpa de la reunión... algo hay que cenar... y entonces surge esta charla... o un enfado... y unas risas, y ves la mirada de esas caras que le incan los dientes a la tortila... cara expresiva de infancia...

... si, un instante de eternidad, un momento de sabor... un calor saber especial en la mirada.

Yo una vez le hice unas sopas de ajo a mi madre... le había oído muchas veces cómo las hacía mi abuela... así que intenté que fueran así, muy herviditas, como con costra y en una cazuelica de barro... y entonces sucedió... ahí estaba la niña que fue mi maddre... un instante de eternidad, ahí estaba el Todo.

Así vaya que si es importante la tortilla.


Sunsi... claro que te tomamos a tí en serio... también a la filosofía... pero la tortilla es la tortilla... mires por donde lo mires. Y anda... que no te salió rica... ¡¡¡¡¡seguro!!!!

Volver los ojos a la rutina... a ese presente que siempre nos devuelve con creces la labor de nuestras armoniosas manos.

Qué importantes las manos!!!
Qué rica la tortilla!!
... y vaya retahila...

Anónimo dijo...

¡Jó con Ana!
¡Menudo capote me echa!
Iba yo a escribir la verdad:
Que tomo en serio a Sunsi.
Que no conozco lo suficiente la filosofía como para hilvanar un comentario mínimamente armado.
Que a la hora de mi primer comentario, subía un olorcito a tortilla con cebolla por el patio de vecinos, que echaba para atrás.
Que me acordé de la forma de escribir de Manuel Vicent, de su forma de mezclar a los clásicos, los colores valencianos, los sabores de la albufera, la eternidad encerrada en una anchoa de La Escala.
Que nunca me imaginaría a una Sunshy de Kansas haciendo tortilla y hablando de filosofía.
En cambio sí que me resulta fácil ver a una Sunsi mediterránea, cortar patatas, batir los huevos, cortar la cebolla, hablar con sus hijos, mientras que entra en su casa la brisa de mi mar, piensa en la eternidad desde las perspectivas trazadas por varias corrientes de pensamiento, analizando, sintetizando, y dándole un grito a la chiquillería para que se sentaran a comer, con una mano en el teclado y la otra en la sartén.
En fin, iba a escribir que tomo en serio el difícil armazón que sostiene el pensamiento filosófico. Que soy consciente de lo complejo que es.
Cimientos, estructuras, argumentaciones,antecedentes, resonancias e influencias.
Un arte tan difícil como la música o las matemáticas.
Un álgebra mental que eleva el pensamiento no sólo de oficio, sino que vuela hasta la estratosfera de los límites humanos.
En fin. Pardillo de mí.
Quería llegar a la síntesis con una metáfora sobre un acto sencillo, como el de hacer una tortilla un sábado.
La afición de nuestra anfitriona requiere conocimiento, orden, análisis comparado y síntesis.

Y yo lo que tenía a las 13:30, era,para qué nos vamos a engañar, hambre, mucha hambre. ;))).

Termino respondiendo a la pregunta de Sunsi sobre como sabía lo que estaba haciendo: no lo sabía.

Creo que somos un poco "luneros".

Recuerdos de Saritaguapa.
¡Mare meua!, dos horas para que se tomara hoy las lentejas. Si lo se, le doy de tu tortilla. ;)

Salute per tuti.

Driver.

sunsi dijo...

Driver... si ya sé que me tomas en serio. Es que me ha hecho gracia lo de la tortilla. Y he pensado...este Driver sale con cada cosa... Siempre arrancas una sonrisa y no sabes lo que te lo agradezco.
Pobre Sarita. Lentejas el sábado... Si no le gustan, me la estoy imaginando, con lo pilla que es, poniendo mil excusas para no comérselas. Mañana le haces una tortilla con "fundamento".Dile que la has rellenado con brisa del Mediterráneo de parte de su amiga Sunsi.

Saludos

sunsi dijo...

Querida Ana. Eres la filosofía práctica de los pucheros, cazuelas, tortillas y albóndigas con salsa. El arte de lo inmediato que lo rozan unasmanos , que tiene el sentido de hacer algo apetitoso y, por apetitoso, eterniza un momento de felicidad alrdedor de la mesa. Le sacas punta a todo. Es una delicia.

¿Te atreverías con un escrito "Elogio a la tortilla"? ¿Un tándem como el otro día con Driver?.

Seguro que sí.

Un beso, guapa.

sunsi dijo...

Hola, Antonio, Perdona que te responda en último lugar. Me he leído tu comentario un par de veces. Profundo. Me ha hecho reflexionar. Resignación y resistencia son las dos puntas del mismo palo. Son dos actitudes antagónicas ante la misma realidad. Creo que para lo que tú denominas "hacia afuera", "resistir"... tiene que haber un dentro muy bien apuntalado. Si no, el ancla se desprende y es inevitable escurrirse hasta dejarse caer hacia la otra punta.

Frankl habla de un "por qué". No le enmiendo la plana, pero yo prefiero "para qué". Si nos planteamos el primer interrogante tantas veces no obtenemos respuestas... Sin embargo cuando te preguntas para qué, sales fuera... siempre puedes encontrar un fin.

Muchas gracias por tu comentario.
Saludos desde Tarraco

Anónimo dijo...

¡¡Jo, Sunsi, es que le pides peras al olmo!!
¿Cómo quieres que un simple camionero, vaya a la Repsol a repostar, diga lo de "lleno, por favor", y luego suelte lo de : "Por cierto Manolo,¿tú crees que el sensualismo de la Ilustración se diferencia del empirismo de Looke en que hace surgir la percepción de las cosas , los contextos y los fundamentos del aparato conceptual del intelecto sin la espontaneidad, o tal vez no?".

Y a mi pobre Manolo le de un ataque.
¿Tú quieres que me quede sin amigos, que me retiren la palabra, que me echen de los locales que frecuento?
Si es así, dilo, dilo sin rodeos Sunsi.
...
Por cierto, a ver si nos pasas la receta de la tortilla.
¡Olía divina! ;))

Anónimo dijo...

MI MUNDO ENTERO, POR UNA TORTILLA.


A eso de las cuatro de la tarde, con el sol entrando a raudales por la ventana de la cocina, empezaba el momento mágico. Así era. Así es hoy en el recuerdo.

La casa toda permanece en recogimiento. El silencio de la siesta lo cubre todo. Es hora también de lectura para el que no duerma, y de tejer. Eran las cosas que podías hacer a las cuatro de la tarde para no romper el silencio de lo que comienza con aroma de eternidad; hora de siesta, hora de lectura… hora de punto… y de fondo el ruido leve de un plato, los pasos de mamá en la cocina, casi podías sentir el ruido al rasgar las patatas, saber que estaba ahí, con su silencio.

Recuerdo siempre a mi madre en la cocina, con el sol de la tarde a su mismo ladito, allí, en el silencio de su presencia. Me gustaba asomar entonces por la cocina, sin la intención de hacer nada más que ver su figura ligeramente encorvada sobre la trébede de la cocina, pelando patatas, cortando patatas… tiene unas manos preciosas. Su silencio era de eternidad. Estaba ausente, y sus manos delgadas, seguían el ritmo de las cosas que se hacen siempre con infinito cariño. Y yo me preguntaba en qué lugar de su vida descansaría su mirada, en qué lugar de su infancia, en qué momento se había parado su silencio. Yo pensaba entonces en mi abuela Ana, la imaginaba.

Luego volvía a mi libro, o a mi madeja de punto… y me encantaba sentir el batir de huevos. Era como un tamborileo en toda la casa, como un eco corto, vibrante. Para entonces el olor a tortilla lo cubría todo. Y de repente te dabas cuenta del silencio. La presencia de mi madre siempre ha sido de silencio: sólo en instantes muy fugaces, si estabas atenta, podías captar que su presencia es de infancia, de ruido de infancia. A veces creí ver toda su niñez en su mirada, justo en ese momento de la tarde en que ella elegía para hacer la tortilla, no sé si era la tarde, el silencio, el sol o las patatas, pero sé que era entonces cuando mi madre volvía a ser hija.

Luego… allí quedaba la tortilla esperando la hora de la cena, plantada en la cocina, amarilla como un sol, redondota. La cena estaba preparada. Le eternidad se había hecho tortilla.

Cada vez que preparo una tortilla, no puedo evitar el recuerdo de mi madre, de todo su silencio, de toda su alma de infancia. Y soy consciente de que llegará un día en que daré todo mi mundo… todo lo que tengo… por una de aquellas tortillas… por verla esperar en mi cocina, la hora de la cena.

Anónimo dijo...

TORTILLAS DE NUESTROS PADRES.

Nos había tocado la china.
Demasiado jóvenes para morir.
Pero era seis de junio y los que estaban allí eran los hijos de nuestros padres.
Con un miedo atroz.
...
Las órdenes eran claras.
Tomar la playa a toda costa.
Decían que la libertad del mundo dependía de nosotros.
...
La lancha de desembarco era un ataud flotante.
Sólo le faltaba que se abriera la trampilla grande.
Y justo eso fue lo siguiente que pasó.
Nos ametrallaron.
Y los aliados caíamos muertos.
Sobre la playa.
...
Me acurruqué entre unas protecciones metálicas, completamente paralizado por el pánico.
No puedo describir lo que me rodeaba.Después de más de cincuenta años sigo sin poder describirlo.
La guerra es un sinsentido.
...
Corrí, disparé, vomité.
Todo a la vez.
...
Después de cinco horas de batalla, perdí el oído. Y la cabeza.
Un zumbido profundo se apoderó de mi alma.
Mi inocencia se quedó rota en una duna.
Corrí detrás del sargento e hice lo que me mandó. Más por instinto de supervivencia que por fidelidad castrense.
...
Cuando atardeció estábamos donde teníamos que estar.
Y llegó el momento del descanso.
...
Yo estaba vivo.
La intendencia nos repartió tortilla y agua.
El rancho me recordó que tenía una familia.
El nudo en el estómago, mi inocencia perdida.
La bandera, las historias de la libertad.
...
Pero lo cierto es que no llegué a probar ese rancho.
Porque al atardecer, busqué una trinchera y exploté a llorar.

Como un animal perdido.