jueves, 26 de febrero de 2009

A propósito de Meadow


No os había hablado de ella. Meadow y yo somos amigas casi desde que nacimos, con la casualidad (¿o no?) de que ella también es del 18 de enero de 1961. Nuestras vidas son como afluentes ... de cuando en cuando se re-unen y nos pegamos una panzada de hablar, de intercambiar puntos de vista. A veces discutimos porque ella es más aventurera, se atreve... se lanza. Dice que nunca hay vacío. Utópica, pero feliz.


Su último descubrimiento es el movmiento Slow. No tiene ni remedio ni término medio. Cósmica. Su idea la expande y contamina todos sus pensamientos. Y luego me escribe y los mails surcan el Océano que nos separa. Estos días ha estado en Tarragona. Le he agradecido la visita. Estaba pocha. Es este estómago que no acaba de ponerse en su sitio.


Hoy cumplo la promesa que le he hecho y transcribo la fotocopia que me dejó en la mesilla de noche. "Créetelo", me ha dicho. "Te falta ese punto para arrancar; no me seas conformista. ¿Desde cuándo Sunsi se cruza de brazos y las ve venir sin arremangarse?" OK ,Meadow.



"A finales de 2002, Maurice Holt, profesor emérito de educación en la Universidad de Colorado, en Denver, publicó un manifiesto en el que pedía un movimiento de alcance mundial por una "Slow Schooling" [escolarizción lenta]. Como tantos otros, se ha inspirado en Slow Food. En opinión de Holt, volcar sobre los niños información con la mayor rapidez posible es tan nutritivo como engullir un Big Mac. Es mucho mejor estudiar a un ritmo más lento, tomarse tiempo para explorar los temas más a fondo, establecer relaciones, aprender a pensar y no a aprobar exámenes. SI COMER CON LENTITUD EXCITA EL PALADAR, EL APRENDIZAJE LENTO PUEDE ENSANCHAR Y VIGORIZAR LA MENTE.


Holt escribe:

"De golpe, la noción de escuela lenta destruye la idea de que la escolaridad consiste en almacenar apretadamente, poner a prueba y uniformar la experiencia.


El enfoque lento de la alimentación permite el descubrimiento, el desarrollo de la pericia. En los festivales de alimentación lenta aparecen platos y nuevos ingredientes.


De la misma manera, las escuelas lentas posibilitan la invención y la respuesta al cambio cultural, mientras que las escuelas rápidas se limitan a servir siempre las mismas hamburguesas".


Holt y quienes lo apoyan no son extremistas. No quieren que los niños aprendan menos o que se pasen la jornada escolar haciendo el tonto. El trabajo a conciencia tiene lugar en la escuela lenta, pero, en vez de estar obsesionados por los exámenes, los objetivos y los horarios, se proporciona a los niños la libertad de enamorarse del aprendizaje."
(Elogio a la lentitud, Carl Honoré)


La fotocopia de Meadow es demasiado larga para arrojarla en un solo post. La retomaré otro día. No es una cápsula. Hay que desgranarla y asimilarla a fuego lento.

Su lectura, precisamente hoy, me ha resultado reconfortante. A veces los árboles no me dejan ver el bosque... y el bosque no me permite ver el mar hasta que se funde con el horizonte.


Gracias, Meadow. He de reconocer que esta vez has dado en el clavo. Necesitaba una visión más esponjada, más abierta... para seguir creyendo en la posibilidad de que esta nueva generación tal vez tiene otras alternativas.



12 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que nos vamos a llevar bien con Meadow.
Huele a hierba fresca.
Y no tiene miedo.
Ni prisa.
Buen fichaje.
Me alegra.
Si.
D.
.
.
.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con Driver, parece que Meadow me haya leido el pensamiento. Apuesto por la escuela lenta, lo que entra poquito a poco se asimila mejor. Hoy en día esto no se lleva, estamos en una sociedad en la que impera todo lo contrario. Esperemos que se den cuenta pronto, el tiempo es oro,tenemos buenos profesionales, pero pienso que estan en esa rueda que ha impuesto esta sociedad y nadie se atreve a parar. No quiero entrar en el tópico de "cualquier tiempo pasado fue mejor",pero al recordar mi época de estudiante, no lo voy a negar dura y exigente,se asemeja bastante a la descripción de Maurice Holt, nada que ver con la actual. Podríamos hablar horas y horas...pero hay que descansar. Meadow, encantada de conocerte siempre que mi tiempo lo permita me pasearé por el blog, ahora con doble motivo. Buenas noches.

Anónimo dijo...

Me alegro de que hayas colgado el texto, Sunsi. Si el mundo gira hacia la derecha, tú no tienes por qué dejarte llevar por la inercia. Hay tantas cosas buenas en la vida, tanto por recorrer, tanto por aprender que no está en los libros... Coge el volante y gira haciala izquierda. ¿Dónde está mi amiga del alma que jamás se callaba, que siempre se levantaba en las asambleas de facultad, que denunciaba lo que era injusto? Venga, tía, que la sangre ha de seguir circulando.

Estoy metida en un proyecto de "home schooling". Te mandaré cosas. En Estados Unidos es de los más normal. Aprender el movimiento observando la naturaleza, la erosión viendo cómo la solas golpean las rocas, conocer el mundo buscando directamente en un atlas... Apasionante.

Un beso... estamos en contacto.

sunsi dijo...

Buenos días. Tiemblo de saber que Meadow sabe que tengo blog. En fin...

Driver... sí es como la hierba fresca que crece a su aire y no permite que la peine un cortacésped.Yo también me alegro de haber vuelto a contactar con ella.

Conchita... dos minutos... ):... gracias por pasarte porque sé que vas pilladísima de tiempo.
A fuego lento, Concha...a fuego lento...

Hellow, Meadow. No seas bruta. Que de aquellos tiempos han pasado muchos años. Ya no puedo salir a la calle con la pancarta...
Dios te conserve esta inquietud por seguir buscando, por mejorar lo que parece inmejorable. Ya contarás . Interesante expriencia la del "home schooling". En España hay un vacío legal, pero hay familias que,por distintos motivos, han optado por la escolarización en casa. Me parece que es un esfuerzo titánico por parte de los padres. Hay que estar muy convencido para dar este paso.
Saludos a los tres.

Anónimo dijo...

CUENTO PARA MEADOW

Esta es la historia de dos niños que eran hermanos y vieron crecer juntos los árboles del bosque.

Un buen día, el señor Dios decidió levantarse muy temprano y empezar a trabajar. Desayunó mucho, pues el día se presentaba largo. Se puso el traje de jardinero y se dirigió al huerto que había detrás de su casa. Cogió la azada con las dos manos y excavó un profundo agujero, donde depositó dos arbolitos pequeños, muy pequeños. Cubrió sus raíces con tierra fértil, los regó y apisonó la tierra con sus propias manos. Las manos del señor Dios.
Aquel mismo día, un niño y una niña habían venido al mundo en un hospital de América. El niño se llamaba Eduardo y la niña Silvia. Al principio los niños son pequeños, muy pequeños, como los arbolitos, como los pollitos, como los pájaros que vuelan muy, muy alto, y resulta que sólo se ve un puntito en el cielo.
Y así pasó el primer día, y el señor Dios vió que la cosa iba bien, así que se fue a descansar.

El segundo día, los arbolitos seguían siendo pequeños, muy pequeños, así que Dios dijo: “voy a sacar el abono y la manguera, a ver si dándoles de comer crecen”.
Edu y Silvia tomaban la merienda. Mucha leche y muchos potitos. En aquella ciudad habían más niños que también estaban creciendo, así que hubo que traer una vaca enorme que hacía “muuuu”, “muuu..”; también trajeron una máquina para fabricar potitos, pues estaban muy ricos, y cuantos más potitos tomaban, más potitos querían aquellos niños que estaban creciendo.
Y así pasó el segundo día, y el señor Dios vió que los arbolitos estaban bien alimentados; se sentó en una piedra plana, y se puso a mirar a su alrededor. Observó los árboles del jardín, las flores del campo y el vuelo de las golondrinas; y como todo era muy bonito, el señor Dios estaba muy contento.

El tercer día se levantó con un viento muy, muy fuerte. Los arbolitos se inclinaban a merced de la tormenta, y el señor Dios los miraba preocupado. Nada podía hacer, pues los arbolitos tienen que aprender solos a resistir la lluvia y la tormenta.
Edu y Silvia aprendían a andar. Allí estaban sus padres para ayudarles. Su papá se llamaba Edu también, y era fuerte, muy fuerte. Su mamá se llamaba Maria Jesús, y era muy guapa. También estaba su hermana Clara que tenía unos ojos muy bonitos. Las abuelas, que eran grandes como montañas, pues habían vivido muchos años. Los amiguitos de América que eran arbolitos pequeños como ellos. Los amigos de Europa, que aunque estaban lejos, hacían largos viajes para jugar con ellos. Había muchas personas en aquel continente que se llamaba América. Personas que eran de su familia, personas que eran de su colegio y hasta personas que iban por la calle y se fijaban en ellos. Una vez fueron a un mercado a comprar zapatos, y un señor grande y gordo les regaló un globo azul para Edu y un globo rojo para Silvia.
Y así pasó el tercer día. El señor Dios veía todo. Veía a Edu y a Silvia que aprendían a andar. Veía los ojos bonitos de Clara. Y hasta veía al señor grande y gordo que regalaba globos a los niños en el mercado de los zapatos. Los niños se caían y se levantaban mientras aprendían a andar, pues les pasaba como a los árboles, que tenían que aprender solos a resistir la lluvia y la tormenta.

El cuarto día Edu, Silvia y muchos amiguitos más se fueron de viaje a una isla. Allí vieron unas playas que tenían la arena de color negro; un loro con plumas de todos los colores, hasta de color azul como el mar; había también una piscina para niños y como era verano y hacía mucho calor, se bañaron con los manguitos. Era divertido viajar y ver nuevas cosas. Lo bueno de viajar es que aprendes cosas. Edu aprendió a tirarse del borde de la piscina y Silvia aprendió a subir en el tobogán de abajo hacia arriba. Son cosas muy complicadas, pero viajando las puedes aprender.
En el huerto del señor Dios los arbolitos ya eran más grandes y también aprendían cosas. Por ejemplo: cuando salía el Sol y la luz les alcanzaba las hojas, se les calentaba el cuerpo y por su interior circulaban los alimentos mucho mejor; tambíén aprendieron que cuando llovía y la tierra se mojaba, a través de sus raíces se movía el agua hacia el interior de su tronco.
El señor Dios veía que los jovenzuelos observaban y aprendían, y eso le ponía contento.

El quinto día Edu y Silvia fueron a una ciudad que se llamaba Grande. Como en las ciudades hay muchas casas y muchas calles, no hay sitio para los animales, así que los juntan a todos en un sitio que se llama zoológico y allí los pueden ver los niños. Hay animales muy grandes como los elefantes, que tienen una trompa muy larga que el señor Dios se la puso para que pudieran tomar cacahuetes. También hay un animal con el cuello muy largo que se llama jirafa, y tiene lunares por todo el cuerpo, como el balón de fútbol de mi papá. Me acuerdo de los monos que estaban siempre dando gritos y gritos, y se comían los plátanos de dos en dos. Pero lo que más me gustó fueron los delfines, que nadaban y daban saltos como cuando vamos a la piscina y los niños de la clase se vuelven un poco turuletas y saltan y se ríen.

El sexto día Edu y Silvia se acordaron de sus papás y de sus profesores. Los mayores. Siempre están preocupados para que nos abriguemos en invierno, para que comamos todos los días, para que no nos pongamos malitos, aprendamos a leer y a escribir; y sobre todo, para que tengamos cuidado cuando crucemos la calle.

El séptimo día era el último de la semana; el señor Dios descansaba y nosotros le dábamos las gracias por todo lo que habíamos aprendido esa semana.

Hoy soy un niño pequeño y estoy en clase con mis compañeros. Me asomo por la ventana y veo el bosque del señor Dios. Es un bosque muy grande con árboles de todo tipo, los hay altos y esbeltos como las jirafas, los hay grandes y corpulentos como los elefantes.

Miro dentro del aula y veo a mi profesor que escribe las letras en la pizarra con una tiza blanca. Y allí están mis compañeros de clase, unos son niños como yo, y otros son niñas como mi hermana Silvia. Los hay que corren mucho, como Pedro. También hay una niña que da saltos muy largos y se llama María.

Miro por la ventana, miro dentro del aula, miro a mis padres, a mis amigos….; pero sobre todo, no puedo dejar de mirar a los bonitos árboles que el señor Dios plantó un día en su jardín, que crecen día a día, altos, espigados, potentes.

Siempre que paseo con mi hermana Silvia, cuando pasamos cerca de una arboleda, nos paramos y contemplamos asombrados la obra del jardinero.

Esta es la historia de dos niños que eran hermanos y vieron crecer juntos los árboles del bosque.

Atentamente

Anónimo dijo...

Bueno, por Dios, con tanta lentitud no me entero.

Unas cosillas:

1) Lo bueno, si breve ...........

2) Sin esfuerzo, no hay aprendizaje.

3) El aprendizaje, requiere tiempo.

Conclusión:

Mil perdones (o no) pero los nuevos (o no tan nuevos) gurús del pensamiento, la filosofía y la autoayuda, NO HAN DESCUBIERTO LA POLVORA.

Por favor, hedbannas bias: un poquito de sentido común...........

sunsi dijo...

Un cuento precioso, Driver. (Ya lo había leído;) Pero siempre descubres cosas nuevas. "Y vio Dios que era bueno". Tiempo lentopara poder absorber la belleza de la creación; la bondad de los hombres buenos; la alegría de compartir y departir en una pausada conversación; la dicha de reencimtrarse con el amigo.

7 días... en un solo día no es suficiente.

Saludos y gracias desde Tarraco

sunsi dijo...

Pepa... no hay por qué pedir perdón.
Si tú misma lo dices... El aprendizaje requiere tiempo. Y el esfuerzo... ¿quién dice que no hay que esforzarse?

Al tiempo hedbana... el tiempo pondrá las cosas en su sitio y se verificará a dónde nos lleva esta sociedad ultracompetitiva, que sólo se esfuerza por resultados inmediatos sin contar con la variedad de ritmos del ser humano.

Yo , por si las moscas... no me subo a ese tren de alta velocidad y cojo el que para en cada estación.

Encantada de discrepar...

Anónimo dijo...

Es un soplo de aire, todo esto nos da un respiro... a mi personalmente. Es un respiro.

A muy temprana edad se miran resultados a muy corto plazo, se valoran cosas que en realidad no tienen demasiada importancia, que no son la medida de lo que necesitan, a determinadas edades son más importante las actitudes que los 9 en mates... Hoy en día se les implica a los niñoa en una implacable competitividad... pero nadie se encarga de enseñarles a jugar... de salir a perder la tarde y saber que al final regresas a casa con ella ganada.

Tiene suerte el niño que tiene abuelos cerca... con su lentitud, con su tiempo al lado de los niños... hacen de la vida un privilegio. Porque importa lo que importa.

A mí sin embargo no me gusta el colegio en casa... creo que la habilidad del colegio es precisamente esa... la social... la circunstancia de estar precisamente, fuera de casa. Eso vale tanto como estar en casa.

Para educar a un niño los padres siempre son insuficientes, se necesita a toda la sociedad. Se necesita sobretodo empaparte de tu generación. Aunque si será interesante conocer esa perspectiva del "home shcooling" aunque en absoluto me resulta atrayente... tengo la sensación de que educan a niños muy solos...

... quizá sólo sean los restos de las calles de mi pueblo... de las correrías al lado de los otros... que aún resuenan en las callejas de mi pueblo.

No digo que mi ayer fuera mejor... pero era tan divertido!!!

Anónimo dijo...

Meadow... suerte que te re-unes con Sunsi... suerte para ambas.

Encantada de saludarte y te leeré muy atenta.

Saludos a todos.

sunsi dijo...

Ana , guapa, ¿qué puedo decir que ya hayas dicho tú?. Sólo una cosa. Partes con ventaja. Ya se vislumbran los resultados de la competividad por sí misma, sin objetivos. Tú estás a tiempo de rescatar a tu Anita. Estás a tiempo de borrarle los árboles para que pueda ver que el horizonte es muy amplio, que hay muchos tipos de inteligencias y que la felicidad consiste en trabajar con responsabilidad -también con esfuerzo, Pepa- para servir a la sociedad.

El trabajo dignifica al hombre; el estudio es la fase previa y también. Esta época de formación académica debe ser compatible con el desarrollo de la persona, no sólo de su inteligencia y sus codos.

Tú sí que eres una brisa de aire fresco.
Besos, guapa

Anónimo dijo...

Ei, Sunsi. A propósito de esponjarse. Se me olvidó decirte que nuestra cabeza es como una esponja... absorbe y absorbe.
Pero hay una pega. La esponja hay que escurrirla de cuando en cuando. Si no, no cabe nada más.

Y aquí no hay fórmula. Cada uno tiene que encontrar la manera de escurrir la esponja. Deporte, montaña, ONG, tiempo para los amigos... escuchar música...

Tú... ¿Cuánto tiempo hace que no te pateas la playa larga?. No tienes perdón... que vives enfrente...Hazlo por mí y recuerda viejos tiempos ¿OK?.

Creo que hoy me tendré que zampar un perrito caliente sentada en una escalera... sin perrito, que es viernes. Mejor un sandwitch de ensalada.

Bs