viernes, 28 de noviembre de 2008

Un respiro




Escudándome en la paradoja nº 16 y excusándome con la misma, le doy un respiro al blog. Esta República Independiente de mi casa está muy desordenada, algunas escaleras están rotas y debería hacer un poco de bricolage. Los muebles están desnutridos y la madera es muy señora. De las cortinas ni hablo. Es una casa en la que se fuma. Los cristales están empañados y hay que darles un buen repaso.
Tampoco es mucho... pero requiere un tiempo. Después de la tarea, lo retomaré con más ánimo... espero. Un saludo a todos y hasta luego.

20 PARADOJAS CELEBRES

1. Paradoja de los Sentimientos (y la Lógica): “El corazón tiene razones que la razón no entiende” (Pascal).
2. Paradoja de la Ceguera: “Lo esencial es invisible a los ojos. Sólo se ve con el corazón” (El Principito).
3. Paradoja de la Improvisación: “La mejor improvisación es la adecuadamente preparada”.
4. Paradoja de la Cultura: “La televisión es una fuente de cultura, cada vez que alguien la enciende me voy a la habitación de al lado a leer un libro” (Groucho Marx).
5. Paradoja de la Ayuda: “Si deseas que alguien te haga un trabajo pídeselo a quien esté ocupado; el que está sin hacer nada te dirá que no tiene tiempo”.
6. Paradoja del Dinero: “Era un hombre tan pobre, tan pobre, tan pobre, que lo único que tenía era dinero”.
7. Paradoja del Tiempo: “Vete despacio que tengo prisa”.
8. Paradoja de la Tecnología: “La tecnología nos acerca a los más lejanos y nos distancia de los más próximos” (Michele Norsa).
9. Paradoja del Sentido: “No llega antes el que va más rápido sino el que sabe dónde va” (Séneca).
10. Paradoja de la Felicidad: “Mientras que objetivamente estamos mejor que nunca, subjetivamente nos encontramos profundamente insatisfechos” (José Antonio Marina).
11. Paradoja de la Sabiduría: “Quien sabe mucho, escucha; quien sabe poco, habla. Quien sabe mucho, pregunta; quien sabe poco, sentencia”.
12. Paradoja de la Generosidad: “Cuanto más damos, más recibimos”.
13. Paradoja del Conocimiento: “El hombre busca respuestas y encuentra preguntas”.

14. Paradoja del Humor: “La risa es una cosa demasiado seria” (Groucho Marx).
15. Paradoja de lo Cotidiano: “Lo más pequeño es lo más grande”.
16. Paradoja del Silencio: “El silencio es el grito más fuerte” (Shopenhauer).
17. Paradoja del Expertise: “No hay nada peor que un experto para evitar el progreso en un campo”.
18. Paradoja de la Riqueza: “No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita”.
19. Paradoja del Cariño: “Quien te quiere te hará sufrir”.
20. Paradoja del Disfrute: “Sufrimos demasiado por lo poco que nos falta y gozamos poco de lo mucho que tenemos” (Shakespeare).

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Por fin un respiro!

Barnizar la mesa de madera de teka.
Arreglar la tierra de las macetas.
Darle con la vaporetta a los rieles de los visillos.
Tirar el muñecote tonto de Papá Noel a la basura.
Arreglar el fondo de los armarios.
Recolocar las cajitas de madera.
Organizar las fotos.
Tirar trastos viejos.
Arreglar el respaldo de la mecedora.
Pintar el taburete blanco.
...
Y el final, con la mente limpia...
Cigarrito rubio, un café, paseo por la playa...

Un folio en blanco y una nueva historia.
O mejor, la historia de siempre, vista con ojos nuevos.
Con ojos descansados.

Suerte.

sunsi dijo...

Gracias, Driver. Qué curioso... es exactamente eso que explicas.

Excepto la madera de teka, que me gusta que envejezca y adquiera ese tono grisáceo, como las traviesas de tren.

Y tiempo para leer. Ahora, "El velo de la Verónica", que me ha prestado Mireia.

¿Qué tal a ti por las Américas?

Un saludo a la estatua de la Libertad.

Anónimo dijo...

De momento no he visto la Estatua de la Libertad.
Estoy en Buenos Aires.
Ya me han encargado un cuento para dos hermanos gemelos, un niño y una niña.
Me cuentan sus padres que los niños se quedan embelesados mirando los árboles.
Hacen dibujos.
Construyen casas de madera entre sus ramas.
Se quedan horas y horas mirando como el viento mece las hojas.
Así que hablé con ellos y me contaron cosas.
Son pequeños pero se fijan en todo.
Son niños de Murcia,hijos de amigos.
Y ellos provocaron este cuento.

CUENTO PARA EDUARDO Y SILVIA.

Esta es la historia de dos niños que eran hermanos y vieron crecer juntos los árboles del bosque.

Un buen día, el señor Dios decidió levantarse muy temprano y empezar a trabajar. Desayunó mucho, pues el día se presentaba largo. Se puso el traje de jardinero y se dirigió al huerto que había detrás de su casa. Cogió la azada con las dos manos y excavó un profundo agujero, donde depositó dos arbolitos pequeños, muy pequeños. Cubrió sus raíces con tierra fértil, los regó y apisonó la tierra con sus propias manos. Las manos del señor Dios.
Aquel mismo día, un niño y una niña habían venido al mundo en un hospital de Murcia. El niño se llamaba Eduardo y la niña Silvia. Al principio los niños son pequeños, muy pequeños, como los arbolitos, como los pollitos, como los pájaros que vuelan muy, muy alto, y resulta que sólo se ve un puntito en el cielo.
Y así pasó el primer día, y el señor Dios vió que la cosa iba bien, así que se fue a descansar.

El segundo día, los arbolitos seguían siendo pequeños, muy pequeños, así que Dios dijo: “voy a sacar el abono y la manguera, a ver si dándoles de comer crecen”.
Edu y Silvia tomaban la merienda. Mucha leche y muchos potitos. En aquella ciudad habían más niños que también estaban creciendo, así que hubo que traer una vaca enorme que hacía “muuuu”, “muuu..”; también trajeron una máquina para fabricar potitos, pues estaban muy ricos, y cuantos más potitos tomaban, más potitos querían aquellos niños que estaban creciendo.
Y así pasó el segundo día, y el señor Dios vió que los arbolitos estaban bien alimentados; así que se sentó en una piedra plana, y se puso a mirar a su alrededor. Observó los árboles del jardín, las flores del campo y el vuelo de las golondrinas; y como todo era muy bonito, el señor Dios estaba muy contento.

El tercer día se levantó con un viento muy, muy fuerte. Los arbolitos se inclinaban a merced de la tormenta, y el señor Dios los miraba preocupado. Nada podía hacer, pues los arbolitos tienen que aprender solos a resistir la lluvia y la tormenta.
Edu y Silvia aprendían a andar. Allí estaban sus padres para ayudarles. Su papá se llamaba Edu también, y era fuerte, muy fuerte. Su mamá se llamaba Maria Jesús, y era muy guapa. También estaba su hermana Clara que tenía unos ojos muy bonitos. Las abuelas, que eran grandes como montañas, pues habían vivido muchos años. Los amiguitos de Murcia que eran arbolitos pequeños como ellos. Los amigos de Madrid, que aunque estaban lejos, hacían largos viajes para jugar con ellos. Había muchas personas en aquella ciudad que se llamaba Murcia. Personas que eran de su familia, personas que eran de su colegio y hasta personas que iban por la calle y se fijaban en ellos. Una vez fueron a un mercado a comprar zapatos, y un señor grande y gordo les regaló un globo azul para Edu y un globo rojo para Silvia.
Y así pasó el tercer día. El señor Dios veía todo. Veía a Edu y a Silvia que aprendían a andar. Veía los ojos bonitos de Clara. Y hasta veía al señor grande y gordo que regalaba globos a los niños en el mercado de los zapatos. Los niños se caían y se levantaban mientras aprendían a andar, pues les pasaba como a los árboles, que tenían que aprender solos a resistir la lluvia y la tormenta.

El cuarto día Edu, Silvia y muchos amiguitos más se fueron de viaje a Tenerife. Allí vieron unas playas que tenían la arena de color negro; vieron un loro con plumas de todos los colores, hasta de color azul como el mar; había también una piscina para niños y como era verano y hacía mucho calor, se bañaron con los manguitos. Era divertido viajar y ver nuevas cosas. Lo bueno de viajar es que aprendes cosas. Edu aprendió a tirarse del borde de la piscina y Silvia aprendió a subir en el tobogán de abajo hacia arriba. Son cosas muy complicadas, pero viajando las puedes aprender.
En el huerto del señor Dios los arbolitos ya eran más grandes y también aprendían cosas. Por ejemplo: cuando salía el Sol y la luz les alcanzaba las hojas, se les calentaba el cuerpo y por su interior circulaban los alimentos mucho mejor; tambíén aprendieron que cuando llovía y la tierra se mojaba, a través de sus raíces se movía el agua hacia el interior de su tronco.
El señor Dios veía que los jovenzuelos observaban y aprendían, y eso le ponía contento.

El quinto día Edu y Silvia fueron a una ciudad que se llamaba Madrid. Como en las ciudades hay muchas casas y muchas calles, no hay sitio para los animales, así que los juntan a todos en un sitio que se llama zoológico y allí los pueden ver los niños. Hay animales muy grandes como los elefantes, que tienen una trompa muy larga que el señor Dios se la puso para que pudieran tomar cacahuetes. También hay un animal con el cuello muy largo que se llama jirafa, y tiene lunares por todo el cuerpo, como el balón de fútbol de mi papá. Me acuerdo de los monos que estaban siempre dando gritos y gritos, y se comían los plátanos de dos en dos. Pero lo que más me gustó fueron los delfines, que nadaban y daban saltos como cuando vamos a la piscina de los Maristas y los niños de la clase se vuelven un poco turuletas y saltan y se ríen.

El sexto día Edu y Silvia se acordaron de sus papás y de sus profesores. Los mayores. Siempre están preocupados para que nos abriguemos en invierno, para que comamos todos los días, para que no nos pongamos malitos, aprendamos a leer y a escribir; y sobre todo, para que tengamos cuidado cuando crucemos la calle.

El séptimo día era el último de la semana; el señor Dios descansaba y nosotros le dábamos las gracias por todo lo que habíamos aprendido esa semana.

Hoy soy un niño pequeño y estoy en clase con mis compañeros. Me asomo por la ventana y veo el bosque del señor Dios. Es un bosque muy grande con árboles de todo tipo, los hay altos y esbeltos como las jirafas, los hay grandes y corpulentos como los elefantes.

Miro dentro del aula y veo a mi profesor que escribe las letras en la pizarra con una tiza blanca. Y allí están mis compañeros de clase, unos son niños como yo, y otros son niñas como mi hermana Silvia. Los hay que corren mucho, como Pedro. También hay una niña que da saltos muy largos y se llama María.

Miro por la ventana, miro dentro del aula, miro a mis padres, a mis amigos….; pero sobre todo, no puedo dejar de mirar a los bonitos árboles que el señor Dios plantó un día en su jardín, que crecen día a día, altos, espigados, potentes.

Siempre que paseo con mi hermana Silvia, cuando pasamos cerca de una arboleda, nos paramos y contemplamos asombrados la obra del jardinero.

Esta es la historia de dos niños que eran hermanos y vieron crecer juntos los árboles del bosque.

Atentamente. Driver.

Anónimo dijo...

Te deseo un respiro tranquilo, sosegado, para que puedas hacer todo eso que dices con serenidad y despacito, despejar y ventilar la mente... para luego volver a llenarla.

Hasta pronto.

Anónimo dijo...

hola!

yo creo que es cosa mía, pero siempre que decido (mentalmente) descansar, ya estoy lista para meterme en otra cosa. Es curioso como funciona la mente.

Un besito*

Anónimo dijo...

¿Hibernar? ¿Mudar de piel? Voborilla, viborilla.

Anónimo dijo...

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