Escribí este artículo un 18 de enero de 2005. Han pasado cinco años desde que un Tsunami azotó el Sudeste asiático. Creo que sigue vigente con algún cambio:
A veces cuesta dormir. El insomnio de estos días es la sensación de impotencia a pesar de tanto esfuerzo solidario; es la inequívoca certeza de estar pegado por la ley de la gravedad al mundo en el que han quedado aprisionados los que agonizan en las Haití. Sin casa, sin alimentos, sin agua potable. Después de tantos muertos, acecha la enfermedad que abonan los cadáveres sin una sepultura digna. Y por la mañana uno no puede poner el pie en el suelo como si el mundo siguiera girando armónicamente. Es la punzante realidad de saber que compartimos la misma redondez de todos aquellos que yacen bajo los escombros.
En los rostros de los no tan niños se adivina el desconcierto. Toca explicar que esas terribles imágenes no anuncian un video-juego de los catalogados como violentos. La realidad, de nuevo, ha superado la ficción.
«Apaga, por favor»
«No, hijo. Abre los ojos. Ábrelos más».
Abrir los ojos. Lo necesitan, aunque les cueste. A los que no pueden enviar dinero o alimentos, a los que no se pueden desplazar al lugar de la tragedia porque son menores, a los que no pueden prestar sus conocimientos porque aún no los han adquirido... precisamente a ellos les conviene abrir los ojos.
«!Abre los ojos! Esto que ves no es un dolor inventado. ¡Ábrelos más! Grábalo a fuego en la memoria y acuérdate cuando las contrariedades te parecen inasequibles, cuando un error de los adultos lo elevas a la categoría de injusticia, cuando conviertes en un drama terminar una tarea, cuando te cuesta esperar a la cena y crees que eso es pasar hambre... Abre los ojos y aprende. Que la soledad no son los momentos en los que tú crees estar solo, sino cuando dejas solo al que tienes a tu lado; que la miseria no es el capricho que no te han dado, sino las consecuencias de lo que dejas de hacer para que en el futuro a nadie le falte lo necesario; que la enfermedad no es la gripe que te postró en la cama, sino la antesala de las muertes que se podrán evitar si tú estudias a fondo para saber cómo combatirlas».
La solidaridad y el compromiso reclaman hoy que los hombres y mujeres de mañana sean hombres y mujeres de una pieza. Y a nosotros, los padres, nos exige que acompañemos a nuestros hijos en esta carrera de obstáculos, sin adelantarnos para retirar los escollos antes de que intenten superarlos. Basta con correr a su lado, ayudarles a levantarse cuando caigan, aplicar mercromina en aquel rasguño y soplarles al oído, siempre que sea preciso: «!Abre los ojos!».
Os dejo este pps... Creo que sí tiene relación. Porque es posible que pensemos que Dios abandona a su Pueblo. Seguro que lo habéis recibido casi todos. No obstante, aquí se queda por si se nos ha escapado algún detalle.
Perdón por ser tan repetitiva. Pero no puedo evitar colgar esta canción:
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