
La imagen habla sola.
Unos amigos, con un café humeante en cualquier velador, son el símbolo del diálogo. Ya sé... el corazón ...pelín cursi. Pero mira, a veces las cursiladas -lo que la gente llama cursiladas- son verdades como puños.
Con una taza de café hemos contado aquello que nos ha liberado; lo teníamos encima como una carga insoportable. El gusto amargo de un café bien cargado -el de los cafeteros-cafeteros- ha sido el empujón que necesitábamos para compartr una decisión... y tomarla.
Me vienen a la memoria cafés terapéuticos con mi amiga Esther. ¿Recuerdas las tardes de los martes? Y los cafés de Mercat del Camp, frente a la escuela, compartiendo problemas y buscando soluciones. Ana y María siempre a punto para organizar algún sarao. Y ese café pendiente de hace... buf... siglos con Antonieta.
Y el café solo en soledad, con un cigarrillo, viendo amanecer en tantas noches de insomnio. Y el que me acompaña cuando escribo. Y el que me trae a la cama mi marido cuando estoy pocha. Y el que le llevo yo a él cuando , reventado de trabajar sin tregua, le funciona como un despertador.
A todo esto, en el fondo, la imagen es ese café de media tarde para tomarlo , aunque sea virtualmente, con todo el que entre en mi blog. Ofrecer un café es lo mismo que decir: "Sé bienvenido y hasta la próxima"
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