lunes, 4 de agosto de 2008

Salvem la Platja Llarga. Una aportación de Driver.


No sé qué puedo hacer desde la meseta esteparia para salvar una playa.
Sólo se me ocurre escribir.
Y si el texto sirve para algo, que lo utilice quien quiera.

Quien quiera a mi mar.
Muchas gracias, Driver



LA PLATJA LLARGA



Cuando tenía quince años, vivía en la playa.

Tenía un perro que se llamaba Sambo.

Sin raza definida, callejero.

Cada mañana íbamos juntos a correr por las playas y los acantilados.

Nos gustaba mucho.

Ver amanecer, observar a las gaviotas, bañarnos, saltar las olas, hacer castillos de arena.


.…………


Conforme la mañana avanza, el Sol eleva su intensidad e ilumina nítidamente cada rincón de la Creación.

Aprendimos juntos, que los pinos huelen fuerte a sotavento, que los pájaros madrugan, que a los peces les gusta la mañana, los cangrejos se refugian del oleaje, la arena moldea el litoral y los penachos de las olas anticipan el sentir de la mar.


Sambo me enseñó algunas cosas.


Su instinto animal era potente y natural.

Si picaba mucho el Sol, era el primero en encontrar una sombra.

Si el cuerpo le pedía carrera, localizaba una explanada de terreno arcilloso, donde trotábamos libres.

Si olía a una perra, me miraba con ojos de circunstancia y se despedía por un par de días.

Si le dolía la tripa, encontraba hierba verde, se la comía y se purgaba.


Pero lo mejor fue lo de los pájaros pequeños.


Cuando la Bola Amarilla se eleva una cuarta, aparece una especie de gorrión que volaba en paralelo a las olas, muy bajo, rozando con sus alas las crestas del oleaje.

Vuelos acrobáticos de primera.

Sambo esperaba en la orilla.

Pasaba un pájaro y se ponía a perseguirlo con febril empeño.

Para vivir su aventura, precisaba de toda su concentración.

Salía lanzado, y con la habilidad natural de su condición canina, acompasaba su correr por tierra, mar y aire.

Le vi nadar detrás de los pájaros.

Correr a ritmo endiablado.

Incluso dos o tres veces le recuerdo volando por los aires tras chocar con las olas.

El ser vivo más feliz que he conocido.

Su alegría se basaba en algo muy simple.

Era un perfecto amante.

Un amante de la Libertad.


Atentamente. Driver.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Amantes de la libertad!!! sí señor! me apunto!!!

Anónimo dijo...

Por cierto, me encantan los animales. Tuve un precioso perro al que quise mucho, falleció a los 10 años de edad, una pena. Ahora tengo dos fantásticos periquitos que se quieren con locura, con locura. Me encanta verles son como un 2x1...ji,ji,ji

Anónimo dijo...

Hola, Mariana. Precioso el cuento de Driver... Yo no, yo los perros ni verlos. Tuve un susto de pequeña y desde entonces.

Una abraçada

Anónimo dijo...

Un cuento de verano para Sunsi.
Para las madres que tienen que responder preguntas.
Para las hijas que deben plantear cuestiones.
Para los hombres que dejan las llaves de su coche.
Para todos los que alguna vez salieron corriendo por una carretera, sin saber muy bien donde iban.

HISTORIA DE VERANO



Si eres mujer, tienes 47 años, una hija de 22 y un cuñado italiano; es posible que te pase esto.

Aquella mañana la mujer se levantó acalorada, su hija la llamó para decirle que tenía problemas en el curro, Hacienda le mandó un requerimiento para revisar sus últimas declaraciones y para rematar la faena la tierra ardía como en el desierto, y el aire caliente provocaba extraños comportamientos del cerebro, el cerebelo, el bulbo raquídeo y el hipotálamo.

Todo un poema.

El cuñado italiano de esta mujer, trabajaba en el concesionario de Málaga de Lamborgini. Se llevaba bien con ella. No eran muy amigos pero se llevaban bien.

Entró en el concesionario con la idea de invitarle a un café. Charlaron un rato. Paolo, el cuñado, era una persona cabal. Lo curioso del caso es que había heredado de sus ancestros el don de la oportunidad. Sabía leer entre líneas.


Ella le contó que la hija tenía un problema en el curro. Paolo miró su agenda, vio que se avecinaban tres días de puente. Miró a su cuñada, introdujo su mano en el bolsillo del pantalón y sacó unas llaves. Se las dio y le dijo: “ Si me lo abollas, me cortan las pelotas; ten cuidado”.

Tres de la tarde de un día de verano antes de un puente. Los 240 caballos del Lamborgini rugían saliendo de Málaga. El sonido acompasado y potente de aquella máquina italiana, se asemejaban al rugido de un león.

Seis de la tarde del mismo día en Despeñaperros. Nuestra mujer paró a repostar y llamó a su hija.”Que te eches algo de ropa, que paso a recogerte”.

Aquella máquina producía a partir de las 4.500 vueltas un ritmo étnico y africano. Por lo menos a ella se lo parecía.

Nueve de la noche en el aparcamiento del AVE en la estación de Atocha en Madrid. Una chica de 22 años se apoya en una columna. Para un deportivo italiano, sale una mujer que besa profundamente a la chica; inmediatamente se le ilumina la cara. La mujer le dice. “Nos vamos cariño”.

Una de la mañana en el límite de la provincia de Burgos con Santander; la chica duerme el sueño de los Justos, y la mujer conduce el sonido de la noche. No sabe exactamente dónde va. Lo que no le impide sonreir de vez en cuando.

Su cerebro está lo suficientemente relajado. Estar allí en una autovía con su hija le relaja enormemente. Sin perder de vista la carretera, su mente es invadida por parejas de sustantivos y adjetivos que bailan juntos; bosque lluvioso, noches a la luz de las velas, músicas salvajes y étnicas.

En el Concejo de Llanes, en el Principado de Asturias, hay una playa salvaje y bellísima, que se llama Torimbia. Nuestra mujer no conocía esta playa, pero el Lamborgini sí; así que por un cúmulo de casualidades, el deportivo empezó a pensar por él mismo, en contra de toda lógica. Y a las cinco de la mañana, vehículo, madre e hija, se encontraban mirando al mar Cantábrico, aparcados en Torimbia.

A la mujer le hubiera gustado transmitirle a su hija todo lo bueno que sabía. Pero manejar las palabras entre seres humanos, no siempre es tarea fácil.

La chica dormía profundamente, y la mujer se puso a escribir lo que quería hablar con su hija. Escribió una lista de palabras: Amor, confianza, sacrificio, fe, esperanza, felicidad……; cuando llegó a la palabra número treinta, se dio cuenta que la tarea era titánica y se quedo un poco desanimada.

De pronto ocurrió lo que tenía que ocurrir. Se produjo el milagro de todos los días.

Una enorme bola amarilla empezó a asomar tímidamente por el Este. La madre y la hija se sentaron en la arena. Los rojos y los amarillos plateados se escurrían entre las olas mañaneras.

Aquella chica necesitaba un mensaje; y la mensajera llevaba 850 kilómetros en el cuerpo y un papelillo con treinta palabras en el bolsillo del vaquero.


Asi que ocurrió lo que a continuación les relataré. A esas horas de la mañana, los únicos bañistas que había en la playa eran las gaviotas. A la mujer le apeteció bañarse. Se quitó toda la ropa, se sintió cómoda, se quedó mirando a su hija y le dijo: “Cariño, nunca, nunca dejes que el miedo entre en ti”.

La mujer caminó hacia la orilla del Cantábrico, dejó que las olas le acariciaran y se zambulló en el azul eterno.

Por alguna razón, el mensaje fue bien recibido por la hija, y debido a la persona y al lugar donde le fue transmitido, aquella misiva fue guardada para siempre en su corazón.

Mientras que la mujer salía del mar para sentarse de nuevo junto a su hija, el deportivo arrancó sólo, se puso a 3500 vueltas, y sorprendió a las gaviotas con un sonido étnico y ancestral.



El sonido de la libertad.



Atentamente: Driver

Anónimo dijo...

Qué bonito, Driver. Ir a buscar, conducir hasta el amanecer, muchas ideas para transmitir que se resumen en una, ¡el mar! y otra vez el símbolo de la gaviota.

Gracias. Lo he interiorizado.