viernes, 24 de octubre de 2008

Más de madres




Fue una temporada que corrían pps de madres "al borde de un ataque de nervios". Pensé que podía aglutinarlos y añadir algo de mi propia cosecha. Posiblemente a algunas os quede lejos porque los hijos ya son mayores. Pero lo cuelgo para que lo recordéis con un punto de humor.






SER MADRE UN DÍA CUALQUIERA

Tomo nota de las incidencias cotidianas de una madre de a pie. La mayoría trabajan fuera de casa y en casa; otras –cada vez más- desde casa y en casa; y algunas en la casa ... en casa. Vuelco en una coctelera algunas situaciones corrientes y otras que corren por la red. La agito y sale el siguiente relato de un día más o menos normal.

Hoy el pequeño se ha despertado con fiebre. Llamas a tu madre... o a tu suegra... para que se quede con el niño hasta que llegue la canguro y a la canguro para que llegue un poco antes y se pueda ir tu madre o tu suegra – que son un encanto y acuden siempre-. Y , desde el trabajo, cruzas los dedos para que en la consulta dejen de comunicar y la enfermera te haga un hueco para no tener que decirle al jefe/jefa que el niño está malo y que por favor te dé permiso para salir antes. Cuando por fin consigues hablar con la enfermera, te contesta que no, que la agenda está llena y tú suplicando y ni por ésas. Almuerzas de bocata y sigues trabajando haciéndote la relajada, pero la canguro te llama y te explica que no queda Dalsi. Y llamas otra vez a tu madre o a tu suegra–que son un encanto- para que le acerque el Dalsi a la canguro. Suena el teléfono . No es la enfermera que se ha compadecido de tu situación y te ha cambiado la hora. Es tu marido que te pregunta: “¿qué tal el día , cielo?” . Ni acordarse de que el niño está enfermo. No obstante, no deja de ser un detalle. Cuelgas enseguida –hay confianza- y sales chutando a casa, recoges al niño y chutando al colegio para recoger al mayor . Cuando llegas al pediatra descubres que han colado a la siguiente visita porque has llegado ¡dos minutos tarde!. Y también cuelan a una señora que sólo viene a hacer una consulta “breve” y a saber qué entenderá la señora por “breve”. El diagnóstico del niño es, como siempre, un virus. Total, un virus, que cuando no se sabe qué tiene un crío siempre es un virus. Y corriendo a la farmacia, que la acaban de cerrar en tus narices y hay que ir a la de guardia que cae en donde alguien perdió la alpargata. Llamas a tu marido por “ si puedes acercarte tú” y tu marido no puede acercarse porque lo pillas en una reunión; y piensas que tu marido no vive... se reúne. Llegas a la farmacia con todo colgando. Los mocos colgando del peque; el mayor colgado de tu manga; la mochila, la bolsa del peque y la cesta de la compra colgando del cochecito. Sudada como un pollo plantas la receta en el mostrador y en la cola descubres que ahí está ELLA. Es esa mamá del colegio de tus hijos que nunca se despeina ni suda. Lleva a sus niños a alemán, a tenis, a pintura, a fútbol y a natación. Y es de las que comen y no engordan. Te repasa con la mirada, de arriba abajo, y te suelta: “Chica, es que no te sabes organizar. ¿Por qué no pides reducción de jornada?.” Aquí es donde le dirías “algo” por cada euro reducido por reducir tu jornada. Pero te callas y haces como que no te afecta. Dejas tu autoestima en la farmacia y vuelves a casa. Deberes-baños-cenas. Y hasta que no has gritado diez veces “¡niños, a dormir!”, no se han dormido. Con la casa en silencio, engulles una ensalada y un pedazo de tortilla de patata, te sientas en el sofá y asoma la cabeza tu marido, que acaba de llegar, y te cuenta que se ha reunido tres veces y encima ha tenido una cena de trabajo. “Estoy reventado”, dice.

Se han hecho las tantas. La cabeza se te escurre por el respaldo del sofá . Después de la batalla, éste es el momento más dulce del día. La tele está enchufada, no por nada, porque para lo que echan... pero mira, ayuda a conciliar el sueño. Y sale una señora estupenda, con una silueta de pasarela, con el pelo impecable y una sonrisa que descubre unos dientes perfectos, blanquísimos y dice: “Ausonia; me gusta ser mujer”. Y no se te ocurre otra cosa que repasar tu ajetreada jornada que, está claro, no tiene nada que ver con la de la señora de la tele. No es que no te guste ser mujer, es que ella tal vez sufre una metamorfosis que la deja así de intacta y a ti con unas ojeras que te llegan a los pómulos.

Mañana, más de lo mismo. Hay que cargar pilas. Y le dices a tu marido: “Cariño, es tarde; me voy a dormir” . Preparas los bocadillos para el día siguiente, los cuencos y las cucharillas en la mesa de la cocina “para adelantar”; sacas la carne del congelador, abres un armario para controlar si quedan suficientes cereales, llenas el azucarero y dejas la cafetera lista. Metes la ropa húmeda en la secadora y la sucia en la lavadora. Planchas una camisa y resulta que le falta un botón. Y lo coses a toda castaña, sin dedal, y te pinchas. Y manchas la camisa por donde más se ve. Lo del frotar se va a acabar no cuela. Frotas y la dejas otra vez para lavar. Caes en la cuenta de que hace días que no riegas las plantas... y las riegas. Cuando te diriges al dormitorio, pasas por la habitación del mayor, escribes una nota en la agenda, cuentas el dinero de la excursión y colocas en la estantería un libro que se ha quedado debajo de la cama... Luego entras en la habitación del pequeño, le pones el termómetro y le haces tragar como puedes una medicina que sabe a demonios.

“Pensaba que te habías ido a dormir”, comenta tu marido , que te encuentra todavía lavándote los dientes. “Estoy yendo”, respondes tú. Apagas las luces del pasillo, cierras la puerta con llave y programas la alarma de la radio-despertador. Abres el armario y en lugar de sacar la ropa del día siguiente lo ordenas mínimamente porque está hecho un desastre. Te sientas en la cama y haces la lista de las cosas urgentes que no pueden pasar de mañana. Vuelves a la cocina y pegas la lista en la puerta de la nevera con las frutitas imantadas. Ahora sí. Ya está. Y te quedas frita sólo con rozar la almohada.

Dicen que las mujeres viven más tiempo. Posiblemente porque están hechas para los largos recorridos. No se pueden morir antes. Tienen demasiado que hacer. Y lo hacen.

Hoy es el día de la madre. Felicidades a todas las madres trabajadoras, que son todas. Trabajen donde trabajen , jóvenes y no tan jóvenes. A todas en general y a la mía en particular: ¡CHAPÓ!

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta tener razón, Sunsi. tu entrada sólo la puede escribir alguien con el corazón en su sitio y los pies en el suelo.

No vuelvas a ponerte cursi que no te dejo.

Me he partido de risa y me ha entrado la nostalgia, pues a pesar de todo, de estar como un pollo, de encontrar a la perfecta de las narices, de encotrarme como en el tango "sola, fanñe y descangallá" era FELIZ.

Claro que ahora también, pero distinto.

Lo único inmutable es mi madre (señora perfecta donde las haya en lo físico y en lo químico) Aún hoy sigue señalando "hija, hay que tener el encerado más grande"

Ahora sólo ríño con los perros que, como no se enteran, me quieren igual y, claro, no tiene gracia.

Anónimo dijo...

¡Qué manera de correr tiene la madre de tu cuento!
¡Menuda velocidad!
Se parece a la del cuento de la espada, "la fortaleza".
¡Fiu!,¡fiu!
Esa mamá adelantó a mi pesado camión, montada en un bello ferrari rojo.
La ví llegar por el retrovisor, y unos segundos después estaba delante.
Atravesando la línea del horizonte.
Bonito adelantamiento.

P.D. No quisiera parecer cursi, pero ¡tienes un e-mail!

Desire dijo...

Sunsi estoy segura que me has estado espiando, por eso es que describes con tanta veracidad mi vida cotidiana, lo unico que te falto agregar es el dar de comer y cuidar a las mascotas, que conste que no son nuestras, pero estan bajo nuestro cuidado. Ya les quiero ver a algun hombre corriendo esta marathon cotidiana, no hay ni lo habra, aun asi me gusta ser mujer, pero que sueño tengo!

sunsi dijo...

¿Os habéis reído un rato?. Yo me río cada vez que lo releo. Es un poco exagerado pero sólo un poco...

Qué tiempos aquellos, Pepa. Cuando lo pienso, me canso aunque en ese momento no esté moviendo ni un dedo. De bólido, Driver, por eso adelanta a tu Ferrari ... fiu, fiu...

Desiré, por lo que cuentas ya veo que tú todavía estás en la etapa del bólido que atrapa al ferrari de Driver ¿y con mascotas? "Cum Laude"

Yo tuve una etapa con cuatro niños seguidos( del mayor a la pequeña hay sólo 6 años de diferencia), el insti, alguna clase particular y yo qué sé qué más cosas. Pero he de decir que tenía y tengo UN MARIDO... que hay que escribirlo con mayúsculas.

Pepa, yo también era muy feliz. Aunque reconozco que me apaño mucho mejor con hijos más mayores.

Saludos a todos

Anónimo dijo...

Oye, mantegamos el tono, que tanta intensidad emocional es agotadora.

Driver, yo corrí montón en, por su orden, Ibiza (de los de antes) Fiat Uno, Clío y Twingo; todos de segunda (o tercera) mano.

Yo no me las apañé nunca, ni lo hago ahora; pero los acosé con la suficiente ferocidad como para que apredieran a llevar una cas, más o menos.

Así que los cuatro (papá incluido) lavan, planchan, friegan, cocinan....

Eso sí, aprendí a rebajar el stándard de orden, limpieza y organización.

Estamos menos limpios y ordenados, pero mucho más contentos.

Una anécdota: me pasé todo un curso convenciendo a Katt de que era una blandengue y una quejica; que no quería estudiar ni ir al cole y eso era inadmisible. Después de un tiempo (tres o cuatro meses) cuando logró convencerme de que no era un cuento, la llevé al médico y ¡pobre hija! tuvo (porque ya no tenía) ¡mononucleosis!.

Todavía me quiere ¡ufffffffff!

Anónimo dijo...

Lo más divertido es pelearse por bañar al bebé.
¡Hoy me toca a mí!
¡No, que me toca a mí!
...
Y ¡hala!, un trompicón y el agua caliente, la bañerita, el Nenuco y las toallitas, ¡todo al suelo!

¡Desastre organizativo!

¡Hombres al volante, peligro constante!

sunsi dijo...

No quería volver a entrar, pero hay una cosa que quiero comentar. Lo ha dicho Pepa y estoy completamente de acuerdo. "Aprendí a rebajar el stándard de orden, limpieza y organización."

En esa época de caos,imprevistos, niños enfermos, baños, vomiteras nocturnas, pises y caquitas...es fundamental descomplicarse. No se puede llegar a todo. Y es difícil apearse del listón que tenías puesto. Pero es lo más inteligente y síquicamente saludable.
(Yo no lo supe hacer y casi acabo del ala)

Driver. Has mencionado LA FRASE: "Es la hora de los baños". Una de los temas de conversación típicos de esa época. Había mamás que parecía que hubiesen hecho la tesis doctoral sobre el asunto.

Saludos