La última entrada del blog de Modestino me ha trasladado al pasado. A veces creo que aún lo palpo... a veces tengo la sensación de haberlo vivido hace mucho tiempo. Como si la Historia se hubiera quedado coja; como si se arrastrara –herida de muerte- por el terrorismo, las guerras y la furia de la naturaleza.
Detrás de la alhambrada
Hace ya unos cuantos años. Mi familia y yo rastreábamos el escaso perímetro de las costas de Ceuta, donde el Mediterráneo limita en algún lugar imaginario con el Atlántico. La arena suave color carbón de la playa del “Chorrillo” va engordando hasta convertirse en piedras grandes y puntiagudas que hieren los pies. Son las playas atlánticas que bañan Benzú, la Ceuta de los musulmanes. Para sorpresa de los españoles, que sólo frecuentan “El Chorrillo”, decidimos instalarnos en “Benítez”. “¿Benítez?...¿pero a quién se le ocurre?”. A los pocos días descubrimos un grupo de habituales. Llegaban a la misma hora, vestidos con las mismas ropas. Se sentaban en silencio formando un círculo apretado. A medida que avanzaba la tarde sus ojos se clavaban en un punto fijo del horizonte donde se intuye Tarifa. “Son los del CETI”. El CETI entonces no era noticia. Se vivía con inquietud el asalto al Perejil y desde “Benítez” observábamos el cielo machacado por los helicópteros del ejército. Ceuta- una microcosmos de culturas, razas y religiones- miraba con zozobra aquellos artefactos de hierro que volaban dibujando malos presagios hasta desaparecer tras la montaña de la “Mujer Muerta”.
Pero en Ceuta hay rostros oscuros que jamás miran al cielo. Los inmigrantes del CETI nunca apartan la vista del mar. Si cierro los ojos podría describir sus facciones, la sombra de su frente, sus labios herméticamente cerrados. Con viento de levante... o con poniente seco. Todos los días acudían a la cita, recostados en algún peñasco frente al mar-océano. Un único objetivo silencioso y silenciado: surcar de noche las aguas desconocidas del estrecho, cuando las luces de Tarifa cuentan mentiras y anuncian la falsa cercanía con la Península. Un día llegaría SU DÍA, llegaría SU turno y se camuflarían en una patera. Y amanecerían en las costas andaluzas. Mientras, viven juntos –apiñados- la espera.
No sé qué fue de aquellos subsaharianos sin papeles. Las avalanchas de estos últimos años son la crónica del viaje incierto hacia la frontera de la libertad y los derechos humanos. Se escribe con las mismas letras que entonces. Sin duda ellos también recorrieron un largo camino hacia la esperanza y los detuvo una fría alambrada. Permanecieron agazapados en territorio marroquí hasta que pudieron saltarla. Fueron descubiertos y reclutados en el CETI. Y de noche, una noche oscura sin luna y sin estrellas, les llegó la hora de subir a la barcaza ... camino de una esperanza dudosa. Pero tal vez esa noche, el levante fuerte que escupe desde el fondo del mar todo lo que se mueve en la superficie jugó a los chinos con su esperanza y la depositó en el agua ; ni siquiera se rezó un responso. Nadie los echaría de menos. ¿O tal vez la suerte los acompañó hasta tierra firme, el destino anhelado durante tanto, tanto tiempo?. Cómo desearía que haya sido así. Llegaron asustados, con las espaldas mojadas, ateridos de frío. Sin duda, el trayecto fue tan largo y penoso como su miedo. Y su sueño de puntos suspensivos, de interrogantes... puso el punto final. Espaldas mojadas que fueron arropadas por la gente buena de nuestra tierra. Espaldas mojadas que se secaron con mantas de solidaridad.
¿Punto final?. Maldita farsa. ¿Desde cuándo todo el mundo es de todos? Nuestra solidaridad se estampa contra una alambrada que siempre puede ser más alta y afilada. Y la seguimos subiendo. Y los que no tienen nada que perder siguen desangrándose para poder alcanzarla. ¿Hasta cuándo?. ¿Para cuándo un Tierra para todos?.
Pero en Ceuta hay rostros oscuros que jamás miran al cielo. Los inmigrantes del CETI nunca apartan la vista del mar. Si cierro los ojos podría describir sus facciones, la sombra de su frente, sus labios herméticamente cerrados. Con viento de levante... o con poniente seco. Todos los días acudían a la cita, recostados en algún peñasco frente al mar-océano. Un único objetivo silencioso y silenciado: surcar de noche las aguas desconocidas del estrecho, cuando las luces de Tarifa cuentan mentiras y anuncian la falsa cercanía con la Península. Un día llegaría SU DÍA, llegaría SU turno y se camuflarían en una patera. Y amanecerían en las costas andaluzas. Mientras, viven juntos –apiñados- la espera.
No sé qué fue de aquellos subsaharianos sin papeles. Las avalanchas de estos últimos años son la crónica del viaje incierto hacia la frontera de la libertad y los derechos humanos. Se escribe con las mismas letras que entonces. Sin duda ellos también recorrieron un largo camino hacia la esperanza y los detuvo una fría alambrada. Permanecieron agazapados en territorio marroquí hasta que pudieron saltarla. Fueron descubiertos y reclutados en el CETI. Y de noche, una noche oscura sin luna y sin estrellas, les llegó la hora de subir a la barcaza ... camino de una esperanza dudosa. Pero tal vez esa noche, el levante fuerte que escupe desde el fondo del mar todo lo que se mueve en la superficie jugó a los chinos con su esperanza y la depositó en el agua ; ni siquiera se rezó un responso. Nadie los echaría de menos. ¿O tal vez la suerte los acompañó hasta tierra firme, el destino anhelado durante tanto, tanto tiempo?. Cómo desearía que haya sido así. Llegaron asustados, con las espaldas mojadas, ateridos de frío. Sin duda, el trayecto fue tan largo y penoso como su miedo. Y su sueño de puntos suspensivos, de interrogantes... puso el punto final. Espaldas mojadas que fueron arropadas por la gente buena de nuestra tierra. Espaldas mojadas que se secaron con mantas de solidaridad.
¿Punto final?. Maldita farsa. ¿Desde cuándo todo el mundo es de todos? Nuestra solidaridad se estampa contra una alambrada que siempre puede ser más alta y afilada. Y la seguimos subiendo. Y los que no tienen nada que perder siguen desangrándose para poder alcanzarla. ¿Hasta cuándo?. ¿Para cuándo un Tierra para todos?.
22 comentarios:
Desde luego, jamás ha sido la tierra un lugar para todos.
"BIENAVENTURADOS LOS POBRES PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE DIOS"
Los pobres, los perseguidos, únicamente pueden aspirar al Reino de Dios, porque en la tierra nada hay para ellos.
Nuestra solidaridad para con los nuestros ¡naturalmente!
"Tienen todos los derechos, como nosotros"
"Venga a tener hijos y luego a pedir ayudas"
"Se llevan las ayudas y para nosotros no queda nada"
"Si vienen aquí, han de integrarse"
"Claro, luego venga robar y ¿qué hace la policía? nada de nada"
"Con eso acababa yo rápidamente: a la frontera con ellos"
¡Canela fina de la solidaridad.
Incluso hay quien se declara, sin nigún rubor y en tono más bien alborozado, racista.
Lo cierto es que occidente vive de la miseria del resto del mundo; nuestra saciada sociedad se alimenta del hambre, de las guerras y de la miseria ajena. Vivimos de la explotación del prójimo.
En algún momento, en el Juicio Final, nos pedirán cuentas y todo nos será demandado, especialmente, nuestros pecados de omisión.
De nuevo "el clamaroso silencio de los bondadosos"
P.
Mira, Pepa. Éste es uno de los temas que más me escuecen. Me duele hasta la última fibra la hambruna, el dolor, la enfermedad de casi dos terceras partes de este Planeta.
A veces intento mirar mi entorno con distanciamiento voluntario. Como un espectador. Ese derroche, esa vida facilona del consumismo, de los que dicen "chica, sal de compras y ventílate", del bienestar por el bienestar, de la apariencia... me produce náusea. Lo del "chica ventílate" te lo oyes siempre que sacas un tema que no va del restaurante más chic, de las últimas tendencias de la moda, de un plan de finde carísimo...
La que frunce el cejo hoy soy yo.
Y tu comentario..."cum laude"
´
Querría dejar en herencia a mis hijos la sensibilidad para detectar el dolor, el hambre, la soledad. Querría dejarles en herencia una huella en su conciencia que les diga "me arremango; sólo soy una gota... pero una + una+ una... puede llegar a ser un océano solidario donde todas y cada una de las personas que pueblan la tierra sean tratadas como tales".
PDTA. Hace poco descubrí que Chus , mientras estuvo trabajando, daba un tanto a Médicos sin Fronteras. No tenía ni idea. No nos lo había comentado. Supongo que se le presentó la oportunidad y la cogió al vuelo. Ahora no tiene ni una perra gorda. Pero ahí queda el ejemplo.
LA GLORIA.
Cuando tenía doce años, se rompió la cadena de mi bicicleta.
Fui al único taller de coches que había en mi pueblo, para que me la arreglaran.
Mientras el mecánico hacía su trabajo, me quedé absorto, curioseándolo todo: bujías, llaves inglesas, fresadoras, amoladoras.
En la parte posterior del taller, un descampado albergaba una montaña de chatarra. Coches, motocarros, camionetas.
Me quedé un rato mirando aquella montaña de acero. Era fea. El óxido y la mugre campaban a sus anchas. Y de pronto un destello. Junto a un pino piñonero, había un coche que llamó mi atención.
El Ferrari. Un italiano se había pegado un leñazo con su deportivo, el coche salió volando sobre la curva de la estación, y tras dar más de veinte vueltas de campana en el sembrao de D. Julián, quedó tendido sobre su costado izquierdo. Eternamente tendido.
Aquella imagen, por alguna razón, quedó para siempre grabada en mi cerebro. El montón de chatarra, el desorden, la destrucción, el tendido eterno, y sin embargo, conservaba algo del álito vital que, su diseñador, le había regalado. Tenía el sabor de la gloria.
Antes de ser camionero, me busqué la vida de diversas formas. El verano de 1988 trabajé en Mallorca, en un chiringuito de la playa de Alcudia, de camarero.
El viernes 14 de agosto libré, y como no tenía mucho que hacer, me fui a la playa a pasar el día.
Junto al chiringuito donde trabajaba, estaba el hotel Meliá Alcudia. Me tumbé en mi toalla y vi pasar el mundo mundial. En el hotel se hospedaba un grupo de alemanes, que en aquel momento estaban jugando al fútbol en la arena.
A las dos de la tarde, apareció un grupo de albañiles, inmigrantes en su mayoría, que vestidos con sus monos de trabajo, acababa de terminar de trabajar. Se quedaron en bañador, y se apoyaron en el murete de piedra del paseo.
Cuando ves al personal en bañador en la playa, desde lejos, es muy difícil distinguir si pertenecen al primer mundo o al mundo real.
Me limitaré a contar lo que pasó. Abdhel El Mushain, hijo de Bramin y nieto de Mustafá, original de Tánger, se levantó por su cuenta, sin contar con nadie; se dirigió al grupo de alemanes y les retó a un partido de fútbol en la arena. Le siguió Carlitos, hijo de Carlos do Gama y nieto del mítico Carliños, originario de Rio de Janeiro; José Sánchez, de padre desconocido, nacido en Barbate; Victor Jastropech, hijo de los caminos de Europa, nacido en Budapest y Pepe, que nadie sabía de dónde era. En total cinco personas, todas con nombre y algunas con apellido. Peones de la Ferrovial en las obras del desvío.
Los alemanes pertenecían a un club deportivo, lo que se traducía en que contaban con una larga historia de entrenamientos, tácticas, preparación física y motivación nórdica.
Los peones, por no tener, no tenían ni número de la Seguridad Social. Eran la viva imagen de los desheredados, la chatarra humana del primer mundo. En teoría.
Abdhel El Mushain, hijo de Bramin y nieto de Mustafá, original de Tánger, capitaneba a los desheredados. Los alemanes les encasquetaron diez goles hasta las cuatro de la tarde. A esa hora se hizo un descanso de media hora.
Simplemente ocurría lo que siempre ocurre, ganan los guapos, pierden los feos, y la belleza y la gloria se van a tomar viento.
Los alemanes comieron yogures, bebidas isotónicas y tenían un masajista que relajó sus músculos.
Los desheredados un bocata de chopek.
Así que el destino me hizo intervenir. Me fui al chiringuito, me pillé seis birras de litro de la Cruzcampo, una para cada desheredado y otra para mí, barrita de mojama, tomatitos y cuatro latas de navajas.
La chatarra humana del primer mundo, incluyéndome entre ellos, nos lo tomamos todo. Entonces , Abdhel El Mushain, hijo de Bramin y nieto de Mustafá, original de Tánger, miró pausadamente al cielo, vió que no había ni una nube , que caía un sol de justicia, que los alemanes comían a la sombra y que ellos comían al sol, y comprendió. No sé exactamente qué, pero tenía cara de haberlo comprendido.
Los alemanes juegan al fútbol, con la meticulosidad con la que fabrican coches. Son tan precisos, que a veces se les olvida lo más simple.
Lo más simple es que nunca se puede menospreciar la capacidad de lucha de un ser eterno.
Cascarás, te convertirás en polvo orgánico, nadie se acordará de ti. Pero si un día te miras al espejo y ves el brillo de la belleza reflejado en tu pupila, ese día sabrás que en ese brillo, y en el que reflejen las pupilas de tus descendientes, está condensado el sabor del orgullo. El sonido del heroísmo. La esencia de la eternidad.
………………………………..
La Cruzcampo empezó a actuar, junto a la mojama y el sol. Las ideas futbolísticas de los peones se empezaron a desarrollar de forma ordenada. Diez, dos. El sonido de Tánger se escuchaba a lo lejos mezclado con la bruma de las olas. Diez, cuatro. El ritmo brasileño encontró su acomodo en una playa de Mallorca. Diez, seis. La Semana Santa de Barbate aportó el latido de la tambores. Diez, ocho. Pepe, el hombre del que nadie sabía de dónde era, encontró sus raíces en aquella playa, diez, diez.
Siete de la tarde. El partido empatado. Yo no sé si estaba un poco afectado por la cerveza, pero me parecía que aquella gente marcaba los goles de dos en dos.
Entonces ocurrió algo que nunca olvidaré en mi vida.
Me vino a la cabeza la imagen del Ferrari eternamente tendido. Aquella imagen que me perseguía desde los doce años. La mezcla de la destrucción, de lo cotidiano, de la desigualdad, encerrando en su estructura la belleza eterna. Aquella mezcla que me despertaba con preguntas muchas noches.
Conforme la imagen se me hacía nítida, Abdhel El Mushain, hijo de Bramin y nieto de Mustafá, original de Tánger, cogió la pelota, corrió la banda, se hizo varios autopases, y acabó sólo frente a la portería alemana, el guardameta mortalmente abatido.
Lo siguiente es muy difícil de describir con palabras. No encuentro las apropiadas. Pero tengo que decirlo.
Abdhel, cuando tenía en sus pies la oportunidad de ganar aquella batalla, cuando a los alemanes se les materializaba la peor de sus pesadillas, cuando yo estaba abriendo la octava Cruzcampo. Abdhel hizo otra cosa.
En vez de marcar el gol de la victoria, hizo algo extraño. Cogió la pelota con ambas manos, se la puso encima de la cabeza, y se puso a caminar lentamente hacia la orilla. Se metió en el mar y se bañó tranquilamente.
Se daba por satisfecho, no necesitaba más.
Y yo ví reflejada en sus pupilas la esencia de la belleza.
Cascarás, te convertirás en polvo orgánico, nadie se acordará de ti. Pero si un día te miras al espejo y ves el brillo de la belleza reflejado en tu pupila, ese día sabrás que en ese brillo, y en el que reflejen las pupilas de tus descendientes, está condensado el sabor del orgullo. El sonido del heroísmo. La esencia de la eternidad.
Atentamente. Driver.
Driver... de nuevo la eterna pregunta: ¿esta maravilla la has escrito de corrido?. ¿La escribiste ayer de corrido?. Es como el germen de un buen guión de una buena película. Me saco el sombrero. Primero lo tomo prestado porque no uso. Me ha gustado casi tanto como el cuento de las gaviotas, las gaviotas justas que despliegan sus alas en honor del Creador.
Muchas gracias por escribir en este blog.
Hola Sunsi.
El cuento lo escribí de corrido, pero no lo escribí ayer.
Lo tenía ya escrito de una vez que surgió la pregunta de "¿dónde ves la gloria?" en un foro de amigos.
Tiene truco.
Te explico.
El arranque es verdad, cuando era pequeño me quedé extasiado en un taller viendo un deportivo hecho trizas; a pesar de ser chatarra conservaba su dignidad y esa imagen se me quedó grabada.
...
Lo del partido de fútbol entre inmigrantes y alemanes hace años que lo veo en las obras y en la costa. El contraste entre el mundo real y el mundo occidental.
...
Me divierto mucho cuando escribo cosas que he vivido o he creído vivir.
Y las imágenes tiran de las palabras.
Tiran y tiran.
Como locomotoras.
...
Saludos desde Madrid.
Buen fin de semana.
Ya sé que dirás, no, yo los regalo. Pero ¿por qué no publicas lo que tienes? En tiempos de crisis a veces la afición de uno se convierte en profesión.
Instrumental necesario: imágenes guardadas en el recuerdo y las que te proporciona la vida diaria, palabras, una locomotora que las arrastra y alguien que te pide que escribas algo.
El instrumental lo tienes...Si nos ponemos todos a pedir, te pueden salir yo qué sé los tomos...
¡Ah! Y yo compraría el libro ¡la primera!
Nada, como si no hubiera dicho nada, pero ahí queda.
Saludos desde Tarraco.
Te contaré un secreto.
Y claro, ya no será secreto.
Hace un par de años fuí a la Feria del Libro en el Parque del Retiro de Madrid.
Iba a comprar un libro muy concreto, de principios de siglo, traducido por un encumbrado escritor de plena actualidad.
No te digo el nombre del libro ni el del escritor, pues me parece mal.
Casualidad de las casualidades, me encontré al escritor en la caseta de la editorial, firmando ejemplares.
Como eran las dos de la tarde y había muy poca gente,se me presentó la ocasión de charlar.
Y ¡sorpresa!, se me confiesa (tal vez porque no me veía como alguien peligroso), y me dice que lo pasa fatal escribiendo, que cuando está por la mitad de un libro pagaría por dejarlo, que no se divierte para nada.
Yo le conté que me divertía muchísimo, que era de las cosas más divertidas que hacía en mi vida.
Me firmó y me dedicó el ejemplar del libro.
Ese día me di cuenta de primera mano que una cosa es una afición, otra un trabajo para pagar facturas y otra es la posibilidad de disfrutar de la vida.
Yo he elegido el último camino.
Disfrutar.
Y para eso, hay que ser poco ambicioso.
O mucho, según se mire.
...
Por eso no cobro ningún encargo.
No podría comprar nada interesante con ese dinero.
Sinceramente. Driver.
Perdona el retraso, Driver. No he podido estar demasiado pendiente del blog. El secreto que ya no es secreto tiene mucha miga. No sé si recuerdas un post que dediqué a los escritores. Antes leí algunas de las cosas que ellos cuentan cuando se produce el momento creativo. Es como si se pusieran de parto. Y algunos sufren tanto como el escritor que citas.
Si ha de ser así, si escribir es sólo sufrimiento, no compensa. Si lo mismo es gozo creativo, la opción es clara.
Siempre he pensado que tiene que ser duro vivir de la escritura. Pero jamás hubiera creído que tanto como cuentas.
Nada, a disfrutar y a regalar pedazos de sueños, de alegría, de vuelos compartidos al personal. Que el personal no sabes cómo lo agradece.
Saludos desde Tarraco
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