jueves, 25 de septiembre de 2008

Como un mar de fueguitos


Cuenta Eduardo Galeano que “ no hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”.



Dicen que, tomando altura, nuestro mundo es lo más parecido a un “mar de fueguitos”. Lo que no nos dicen es cómo prende la llama ni quién consigue que arda. Lo que no nos cuentan es por qué los fueguitos son tan distintos y hay llamas que soportan los vendavales y otras que por poco se apagan; por qué los hay que no consiguen dar calor y hay otros que te abrasan. Quizá la cuestión es que los fueguitos fueron primero diminutas llamas, prendidos por fuegos grandes. Tal vez dependa de qué fueguito encendió a otro y haya seguido allí , para ayudarle a reavivarse cuando llegaron los rigores del invierno.



Si pudiera hablar con el señor que tomó altura, le preguntaría si los fueguitos que chisporrotean resisten así de bonitos porque se abrazan, porque muy a menudo se pegan unos a otros besándose sus llamas. No, no creo...sería demasiado sencillo. Pero me han contado que el señor que tomó altura ha montado una consulta con una placa que dice “Se reparan fueguitos” y la cola de preguntones llega hasta la calle, que parece la cola de un cine. Y habrá que tener paciencia porque los preguntones han ido a buscar una silla y no tienen prisa. Esperan en silencio, como el que pretende encontrar un tesoro escondido y ha descubierto quién conoce la ruta.



Me pregunto cómo será el señor que tomó altura: ¿será un astrónomo?, ¿será tal vez un doctor en física cuántica?. Me llega el turno y me abre la puerta un anciano arrugado, con más años que el invento de la bombilla. Sonríe, entre asombrado y agradecido. Nunca sospechó que pudiera tener tanta clientela. Apenas habla. Señala el fondo de la sala.


En el hogar arde un fuego que envuelve la estancia. En una silla de enea, un hombretón con manos callosas pasa las hojas de “Un cuento para cada día”. Dos mocosos lo escuchan apiñados alrededor de sus rodillas...a uno se le cae la baba...el más pequeño va pegando cabezaditas. En la mecedora una madre amamanta a un bebé...que por fin se ha saciado; lo aprieta fuerte contra su pecho y lo mece y lo arrulla hasta que se queda dormido.



El señor de las alturas sigue callado ; sonríe con ternura. Busco su mirada, una mirada viva, cálida, como los personajes de la estancia.



“¿Eso es todo?”, me atrevo a preguntar, en voz bajita...no sea que la escena se rompa en mil pedazos. “Sí; eso es todo, amigo”.

1 comentario:

sunsi dijo...

Luisa... pero si lo he sacado de tu blog!. Pinché en el lugar donde salía la música porque me encantó esa idea. Abrir un blog y que suene una melodía, una melodía acorde con lo que escribes o con tu estado de ánimo o con lo que se te pasa por la cabeza ese día.

Lo que sucede es que no toda la música que busco está disponible. Y me voy a los cásicos.

El mar de fueguitos. ¿Se entiende la moraleja?.

Besos desde Tarraco